Contrastes

La Caleta. RapanuiNoto por contraste, la oscuridad que quedó atrás. Que no me lo pareció tanto en su momento, pero miro atrás y en mi interior suena un buff!!.

No cometeré la ingenuidad ni la frivolidad de pensar que ya hemos salido de esta, pero las últimas dos semanas me he concedido treguas al estado mental de excepción y me he sacudido la gravedad de encima.

Nos reencontramos, con la vida, con nuestra gente, con nuestras antiguas rutinas, con los comercios del barrio (cómo has estado?, todo bien?) , con la sensación (casi exótica) de sentarte en una terraza, con la felicidad inmensa de recibir visitas en casa.

Cada uno de esos momentos es un paso ganado a la oscuridad.

No sé si entramos en la normalidad o en qué normalidad, pero miras atrás y da vértigo lo que hemos hecho, lo que estamos apenas dejando de hacer, lo que aún ocurre en muchos lugares del planeta. Y es ahora, cuando vuelves a encontrarte con las personas cara a cara y quizás porque ya ha pasado lo peor y las protecciones se relajan, que nos contamos con más sinceridad cómo hemos estado, y me temo (confirmo la anticipación) que hay secuelas y que tardaremos en recuperarnos del shock. Eso, si no tienes problemas adicionales de vulnerabilidad laboral, económica o física. Porque entonces, tu infierno sólo ha hecho que empezar y cualquier lamento frente a ti es una indecencia.

Y una consecuencia de todo eso es que nos estamos cuidando más unos a otros (al menos, en los círculos próximos de afectos y confianza), porque todos, los que lo han pasado mejor y los que han sufrido más, han visto que el suelo se movía bajo sus pies. Hasta el más fuerte se ha visto “trontollar” estos tres meses. Y eso nos conecta y las propias vulnerabilidades hace que seamos más sensibles ante las ajenas. Y hay (de momento) más ternura, más complicidad, más empatía.

Hay también un efecto reset en la idea del “disfrute de la vida”.

Yo siempre, desde que tengo uso de razón, me siento una “gozadora” de la vida, pero salvo mágicas compañías que me he ido encontrando, me sentía distinta, a menudo rodeada de zombis que van de un lado a otro sin salirse del carril, sin sentir, protegidos bajo sus máscaras, sin problemas (aparentes), sin emoción (real).

La abundancia sensorial en la que vivimos hacía el resto, hasta el punto de que éramos insensibles a sus estímulos. Toda la fruta estaba a mano, pero no nos la comíamos.

Y una vez prohibido, empezamos a echarlo todo de menos, y una vez levantada la prohibición, descubrimos cosas que siempre estuvieron ahí, pero que nunca le dimos importancia. (Donde estaba antes toda esa gente?, me preguntaba ayer un amigo  mirando la multitud disfrutando eufórica, de una tarde de primavera)

Así que veo mucha tragedia, pero también gente lanzándose a una vida más expansiva y con una confianza ciega en que nada malo va a volver a pasar. Y no se yo…, porque un verdadero gozador, no elude la responsabilidad, ni el dolor, ni las consecuencias de sus gozos. Y hay que entrenar mucho para doblarse y no romperse; para encontrar el placer en medio de la oscuridad y para no deslumbrarse demasiado cuando todo brilla. Porque entonces no eres un gozador, eres un suicida. Me he ido por las ramas.

Bueno, que me alegro de ver vida y me alegra la vitalidad de la gente y espero encontrarme con muchos más “de esos”, y que venga lo que venga, seamos capaces de encontrar belleza debajo de las piedras, y alegría de vivir de cada rincón de nuestra alma.

nos vemos ahí fuera

Normalidades

newageGanamos sensación de normalidad semana a semana. Hemos vuelto a salir, nos reencontramos (restrictivamente) con nuestros amigos, nuestra familia, la actividad profesional es una locura (pero eso ya era normal), recuperamos atención, preocupaciones y luchas que quedaron congeladas durante semanas ante el shock de la Pandemia. Nos hemos acostumbrado a las mascarillas, los geles. Hacemos planes pero nos estamos acostumbrando también a no aferrarnos mucho a ellos, porque hemos aprendido que la incertidumbre no será pasajera.

Y pequeñas chorradas se convierten en una sonrisa. Salgo a tirar la basura, noto los rayos del sol y me descubro la cara para levantarla y saborearlos. Y me quedo ahí unos segundos, como un zombi, y me rio de mi evidente pinta de loca.

Y todo se mezcla: La tristeza por lo que sigue pasando, la preocupación por sus consecuencias (incalculables), la resignación ante la pérdida de control de nuestras vidas, la ansiedad por comprender, la necesidad de repensarnos de la forma más honesta posible en este futuro…; se mezclan con la felicidad que provocan momentos sencillos que antes podrían pasarnos desapercibidos y ahora tienen el poder de darnos alegría, paz y calma

El placer es una emoción compleja y muy subjetiva.

Pero son sólo pequeños descansos. Tenemos que cuidarnos, porque ahí fuera tendremos mucho que reconstruir y no lo hará nadie salvo nosotros y la oportunidad no es infinita.

Esto no es una guerra y el lenguaje bélico es claramente un instrumento de manipulación; pero el impacto de lo que estamos viviendo tiene consecuencias comparables a muchos niveles. Es un punto de inflexión, es una brecha, es una disrupción. Y durante un tiempo la arcilla será moldeable, luego volverá a solidificarse. Y durante este tiempo, un tiempo, donde el shock nos unifica, donde todo vale (lo bueno y lo malo), se puede potencialmente, hacer todo, para bien o para mal, y depende de nosotros. Hay cierta licencia en tiempos de crisis. Hay espacio para los locos (los ángeles y los demonios). Hay oportunidad para soñar o para rendirse. Luego será tarde.

Creo que hay que radicalizarse y quitarle connotaciones negativas a hacerol, porque el Poder (improductivo) se radicalizará; creo que hay que apostar fuerte contra la injusticia (América arde, sí, me parece lo Normal. Ya ardía antes, pero sólo se quemaban algunos); creo que hay que neutralizar la desigualdad, a cualquier precio, porque saldremos aún más desiguales de esta crisis y porque (y aunque sea sólo por egoísmo burgués), la desigualdad nos acabará matando a todos.

Creo que no es tiempo para equidistantes y ponderados.  Creo que no es tiempo de medias tintas. Creo que hay que arriesgar. Tenemos que ser ángeles, pero hay que entender que estamos en el infierno.

…y en medio de todo eso, hay que seguir teniendo la capacidad de emocionarse con una flor que brota en el jardín, con unas copas brindando, con una mirada cómplice tras una máscara, con una música eterna, con un poema olvidado,  o con el efecto del sol sobre piel.

Será difícil, pero será posible. Debe serlo.

Nos vemos ahí fuera.

Entre todos…nosotros.

Akiomi Kuroda (ilustración)

Akiomi Kuroda (ilustración)

Las emociones intensas van normalizándose, como un péndulo que va perdiendo su inercia y vuelve a moverse en los rangos “normales”.

La vida vuelve a abrirse paso, la ciudad despierta del letargo y es tiempo de la valoración de daños, económicos, sociales, emocionales. El shock deja paso a la reconstrucción, cada uno desde donde esté. Con sus problemas, sus angustias, sus aprendizajes, sus proyecciones.

Mañana Barcelona entra en Fase1. Hace días que las calles se llenan de gente pero a partir de mañana ganamos recuperar el contacto con personas con las que no hemos convivido, así que volveremos a reencontrarnos y veremos también, qué nos pasó por encima.

Me va a parecer raro ver en real a personas con las que he compartido tanto estos meses sin vernos. Y no sé si reconstruiremos otros vínculos que también se han debilitado con la pandemia.

Las placas tectónicas se han movido bajo la superficie, y no todo encaja de la misma forma.

Hay pérdidas, hay descubrimientos, pero sobretodo hay más verdad.  Yo ya compro. Creo que mentirse es una de las más tristes formas de no-vivir.

Pero esa lupa que esta situación excepcional ha puesto, sobre todo, ha hecho que la luz llegue a los rincones más ocultos y a veces ha sido duro.

No solemos soportar la realidad, por eso nos inventamos la magia, para chutarnos anestesia y resistirla.

Ahora que baja la tensión, ahora que se nos apremia a volver a consumir compulsivamente (siempre con un toque de moralina post-apocalíptica), a ir de vacaciones (reserva rápido ya!), vuelve la liga, abren las playas(y los chiringuitos!)… Ahora que ya “salimos”, ahora que el marketing positivo se apodera de nuestras calles, de nuestras TV’s y radios, me aterra la banalidad.

Y ahora que ya sabemos que no es verdad que “hemos luchado todos juntos”, la constatación de la estupidez humana, me entristece más que nunca.

Porque hemos estado todos en esto, pero algo que en principio nos unificaba, creo también que nos ha alejado en grupos separados por abismos más insondables.

Las distintas formas de enfrentarse a lo que hemos vivido nos polariza.

Lo más evidente es la bronca política, pero también la distancia entre quien sólo ha vivido un incordio y quien ha vivido el horror de ver morir. Y en medio, lo que queráis.

Siento también cierta contradicción entra las ganas de vivir, renovadas, con el respeto por el dolor de tanta gente, en el equilibrio está, supongo, no caer en frivolidades tan obscenas como las que vemos a menudo, en esta carrera por volver a la normalidad lo antes posible y a toda costa.

No sé si hemos construido un nuevo nosotros más solidario e interdependiente o naufragamos en un “sálvese quien pueda”.

No sé quien somos Nosotros, pero espero pronto, necesito, fundirme en un largo abrazo con los míos.

Nos vemos ahí fuera