Ha sido una reflexión larga, macerada durante años. Recuerdo en mi juventud encendidas discusiones con amigos independentistas. Yo defendía eso de que “juntos más fuertes”, “juntos más lejos”, “no quiero renunciar a nada”, “me siento española y catalana” (“catalanes, españoles, europeos”, canta Arrimadas cada vez que le dan al botón. -Respeto la opción democrática Ciudadanos, pero ella me ofende como ciudadana y como mujer. No puedo evitarlo-).
Aprendí a cantar coplas de Antonio Molina antes que a hablar y los campos y peñas de las Merindades de Burgos han sido el escenario de mis aventuras juveniles. He viajado lo suficiente como para sentirme de todas partes y de ninguna (el nacionalismo se cura tragando kilómetros) y no poseo el legado sentimental que inspira la sed de libertad y restitución histórica en Cataluña.
A pesar de todo ello votaré Independencia.
Pocas cosas me han hecho tanta ilusión como el proyecto colectivo de cambio que se puede iniciar en Cataluña en los próximos meses.
Quizás independencia no es la palabra más idónea. Resume la relación con el estado español y la capacidad de autogobierno, pero creo que en este proceso nos estamos jugando mucho más.
Nos jugamos construir, crear, resetear, innovar, emprender. Sé que no partimos de cero, que no será fácil y que no hay escenario utópicos, pero tenemos la oportunidad de diseñar un nuevo país en el marco del s.XXI. Un tiempo donde las fronteras deberían poder definirse votando, y no a machetazos como en el pasado. Un tiempo donde las naciones pueden ser nodos interconectados e interdependiente. No hacen tanta falta, en plena sociedad de la información, global y en red, los estados-nación, frutos de antañas «machetadas», más que de la lógica cohesionadora cultural de sus pueblos. Posiblemente el fracaso de Europa tenga que ver con empeñarnos en este anacronismo.
Un tiempo en que toca replantearse el modelo de sociedad al completo y en estos momentos, con tristeza y convicción, no veo a España capaz de hacerlo. Ni con los que hay, ni con los que vendrán.
Me gustaría desdramatizar el concepto de independencia. Insisto: En pleno s.XXI debería ser normal que la configuración territorial se decida en las urnas, pacífica y democráticamente. Sin incitaciones al odio, sin golpes bajos, sin traición a la inteligencia. Hemos tenido estos días sobredosis de miseria. Jugar con el miedo de los mayores, arriesgar la estabilidad financiera de todo el país con declaraciones irresponsables (por ser suave), enfrentar generaciones y orígenes, es no respetar a la gente, ni a los del sí, ni a los del no.
Es curioso que todos aquellos que abogan por la integridad española, sean los UNICOS! que hablan de fronteras, de pasaportes, de ruptura, de inviabilidad, de aranceles, de desprecio. De verdad, no lo entiendo. De verdad no es posible defender la legítima opción de la España única, con otros argumentos?.
Los mensajes apocalípticos han resultado tan faltos de rigor desde lo técnico, como faltos de moral desde lo ético.
Para los que os preocupa el Cómo: Cualquier proceso independentista en un estado democrático, será pactado, será legal y será legítimo si así lo quiere la mayoría de sus cuidadanía.
Desde esta opción nadie quiere romper, nadie quiere dividir, nadie quiere enfrentar. Queremos construir lazos, y sustituir las cuerdas. En la Europa de estados que levantan vallas de concertinas con asquerosa impunidad, se nos denuncia por algo que jamás se ha propuesto desde el independentismo catalán. Sé que hay tarados en todas partes, pero no es la base de la lógica que nos mueve.
Las motivaciones entre los que votaremos que Sí mañana están, en diferentes dosis según la vivencia individual, el nacionalismo, la identidad cultural (que no es lo mismo), la restitución histórica (con más o menos conocimiento de causa), la protesta contra el gobierno y el estado español (tampoco es lo mismo, ya sé), el rechazo al sistema socio-económico imperante (en España y en Europa)
Lo que no hay es menosprecio a los españoles (todos tenemos amigos, familias, amores, colegas…), ni voluntad de levantar muros entre nosotros, ni físicos ni lógicos.
Personalmente, fui llegando a la convicción de que no hay esperanza dentro de España (ni para Cataluña y para España). No hay nada, a la derecha ni a la izquierda que me haga pensar lo contrario. Y si me quedaban dudas, esta campaña las ha despejado: Ha sido muy desconcertante oír a Pablo Iglesias esgrimir los argumentos del PP, o al PSOE tratándonos de delincuentes, o a Cuidadanos haciendo campaña exclusivamente para las generales, desde donde aspiran a cambiar España, pero única, grande y libre.
Creo que el proceso que se puede iniciar en Cataluña este lunes será positivo para Cataluña y también para España. Sólo una sacudida como la que supondrá diseñar un nuevo marco territorial y social, nos permitirá superar el marco constitucional del 78, ganar en calidad democrática (escandalosamente menospreciada recientemente), librarnos de una monarquía sin sentido, de un paradigma patriarcal y oligárquico que se perpetúa sin remedio, de un capitalismo salvaje inmune al sufrimiento y la desigualdad.
He echado de menos a la izquierda española en este proceso. No tenían que estar a favor de la opción independentista (faltaría más), pero sí respetarla. Porque más allá del tema nacional, coincidimos (o eso parecía), en la legitimación del pueblo para cambiar el status quo. Limitar un movimiento de base social tan amplia, a la figura de Artur Más, a sus intereses personales y políticos, es o ingenuo o perverso.
Aspiro a vivir en una Cataluña republicana, feminista, laica y social. Una Cataluña hermanada con España y formando parte de una Europa digna de sus teóricos valores.
Es viable, mucho más viable que el fango en el que estamos. No puede no serlo.
Voto por rebeldía, por desobediencia, por ansias de revolución.
Esto ha de cambiar y creo que tenemos a esta pequeña escala, las herramientas para hacerlo y para contagiar al resto de pueblos que aspiren a ello.
Bona Sort!
Bona Sort!! Mª Jesús…
Comparto muchísimas de las cosas que dices. En especial de que hemos perdido la esperanza de que este modelo sea el que mejor aproveche las bondades de los territorios, la identidad pactada y los acuerdos para avanzar.
Un beso muy fuerta y lo dicho, bona sort!