Cuando abrí este blog, no estaba muy segura, de su utilidad (ni para los otros, ni para mi misma), ni del enfoque que iba a darle, ni de mi capacidad de expresar experiencias, proyectos, ideas y emociones, ni de la continuidad que iba a ser capaz de darle….ni de nada de todas esas cosas que uno se plantea cada vez que toma un compromiso (aunque sea un compromiso consigo mismo).
El caso es que un buen día empecé a escribir y aquí sigo, sin poder parar. No soy muy disciplinada, ni muy coherente, ni rigurosa. Escribo cuando me apetece, los contenidos los dicta el devenir de la vida y el estado de ánimo (ninguno de los dos fácilmente previsibles), y el tono -tan sólo filtrado por una mínima autocensura- depende de una voz íntima y profunda, que ya hace mucho tiempo renuncié a controlar o a silenciar. Todos la tenemos, y a todos nos condiciona. Nuestra capacidad de escucharla, su volumen es inversamente proporcional al ruido que soportamos a nuestro alrededor. Ahora me viene a la cabeza una broma que a veces hace mi cuñado, Kike, cuando alguien se pone místico y él entonces pone cara de poseído y dice “..a veces oigo voces.!!”.
Le debo muchas cosas a este blog : nuevos compañeros, ideas, proyectos, conversaciones, intercambios, compañía…pero una de las cosas por las que más satisfecha me siento de haber iniciado este diálogo, es por haberme «encontrado» con mi hermana. Jamás imaginé que este blog iba a convertirse en un espacio que facilitara nuestra relación y nuestro conocimiento mutuo.
Mi hermana, Mercedes, es de ese amplio grupo de la sociedad que no vive continuamente conectada, ni usa Internet a diario, ni la tecnología representa una forma de vida o de trabajo, así que el primer día que escribió un comentario en mi blog, tardé en creer que era ella, aunque su firma “Sister” era una referencia inconfundible al apodo que nos daban en el instituto.
Desde entonces, sé que me sigue discretamente a diario y que la conversación digital se ha convertido en un complemento esencial a nuestra relación familiar, no siempre fácil y fluida.
Ella en un acto de respecto y de amor que me conmueve, intenta conocerme un poco mejor a través de estos escritos y yo, que creo que no hago el mismo esfuerzo por ella, quiero al menos dedicarle este texto y agradecerle su gesto, su esfuerzo y su respeto.
Hoy nos hemos encontrado en la reunión familiar, donde mi abuela, mis tíos y algunos de mis primos solemos coincidir una vez por semana. Al despedirse y darme dos besos me ha dicho “adios Odilas” y me he ido a casa pensando que aunque sólo sea por esa complicidad recuperada, ha valido la pena empezar esta aventura.
Gracias Sister.





