Expectativas, Realidad y Crisis

Me encanta la idea con la que Soros intenta explicar la tragedia humana:

Parto de la idea de que nuestra comprensión del mundo en que vivimos es inherentemente imperfecta porque formamos parte del mundo que queremos comprender….El hecho de que formemos parte de él supone un obstáculo extraordinario para comprender los asuntos humanos

Por un lado, la gente intenta entender al mundo en que vive. Llamo a esto función cognitiva. Por otro, la gente quiere influir en el mundo y cambiarlo en su propio interés, función participativa o manipulativa”.

…cuando ambas funciones operan al mismo tiempo, pueden interferir la una con la otra y generar resultados no deseados…Los científicos sociales, especialmente los economistas, tienden a ignorar este hecho”.

Tómese el mercado de valores, por ejemplo. La gente compra y vende activos en anticipación de los precios de los valores futuros, pero esos precios dependen de las expectativas de los inversores. Las expectativas no pueden considerarse conocimiento. A falta de conocimiento, los participantes deben introducir un elemento de juicio o sesgo en su toma de decisiones. En consecuencia, los resultados tienden a divergir de las expectativas

Es un círculo complejo y perverso que se puede aplicar a cualquier ámbito de nuestras vidas. Tendemos a creer que basamos nuestras decisiones en conocimiento (conocimiento sobre nosotros mismos, sobre las personas que nos rodean, sobre supuestos valores, sobre experiencias previas o ajenas…) pero en realidad cuando se trata de “asuntos humanos”, la incertidumbre hace que nos veamos obligados a sustituir el conocimiento(ausente, insuficiente, distorsionado) por expectativas y a entrar en crisis cuando la realidad no se ajusta a las mismas.

A gran escala, es la explicación filosófica de George Soros a la situación económica actual.

Me considero alguien feliz, aunque acepto como algo intrínseco a la vida, la tristeza, la melancolía, y el miedo. Mi receta, que me temo que no sirve para la regulación de los mercados financieros: Poner todo mi empeño en cambiar la realidad para que se ajuste a mis expectativas y si no lo consigo, adecuar mis expectativas a la realidad.

El nuevo paradigma de los mercados financieros

sorosTermino el último libro de George Soros “El nuevo paradigma de los mercados financieros”.
Siempre digo que los libros llegan a mis manos de forma poco planificada, sin buscarlos (la mayoría de las ocasiones) y sin ninguna consideración por el tiempo que puedo dedicarles o por su encaje entre la infinidad de estímulos y proyectos entre los que vivo.

La crisis económica y los acontecimientos que en los últimos días están sacudiendo no sólo los mercados financieros sino, los fundamentos mismos del sistema capitalista, ha hecho que preste (como todos, supongo, de una forma u otra) más atención de la habitual a una situación que adquiere dimensiones de hito histórico.
Es en esos momentos: cuando las teorías se materializan, cuando la ciencia se aplica, cuando la especialización se traslada al “mundo real“ y especialmente cuando este impacto es a nivel planetario y determinante, cuando mi interés crece, mi ignorancia técnica me frustra, y cuando casi sin querer, me sumerjo en la ingente cantidad de información desplegada, en un intento siempre insuficiente de formar parte del hito histórico, de entender mejor el mundo en el que estábamos y de comprender el mundo en el que estaremos.

Para el mercado es el equivalente a la caída del muro de Berlín” leía a Josepth Stiglitz, premio nobel de economía, en el suplemento Negocios de la edición del pasado domingo de “El País”. En la revista “el Semanal” del mismo periódico, una entrevista a George Soros “el millonario que quería ser filósofo” me hace apuntar en la lista mental de libros a leer, el que ayer me encontré llamándome desde un escaparte mientras esperaba el autobús.

Lo he devorado, olvidando por unas horas el grupo de libros que leo en paralelo debido a una irresistible promiscuidad literaria que me obliga de forma compulsiva a empezar a leer todo lo que cae en mis manos, sin acabar lo que ya estaba empezado. Hay épocas para todo, pero últimamente estoy especialmente caótica.

El libro de Soros es esencialmente el enésimo intento del autor de demostrar una teoría filosófica en la que lleva más de cincuenta años trabajando sin ser capaz, según sus propias palabras, de trasladarla al conocimiento y conciencia colectivos.

LA teoría de la Reflexividad, necesaria para comprender la crisis de crisis, Se basa en la incapacidad del ser humano de comprender una realidad de la que forma parte, hecho que le impide objetivar su comprensión de los hechos.
Según Soros, en las ciencias sociales en general y en la teoría económica en particular, intentamos predecir modelos futuros donde la intervención de los mismos agentes que intentan comprender la realidad (función cognitiva) determina el curso de los acontecimientos (función manipulativa). Es algo que no ocurre cuando se aplica del método científico al estudio de fenómenos naturales, y sí en las ciencias sociales.
Obviar esta retroalimentación entre realidad y pensamiento, intrínseca a los fenónemos sociales, nos ha hecho trabajar con premisas falsas: “El nuevo paradigma que propongo no se limita a los mercados financieros. Busca la relación entre pensamiento y realidad y reconoce que las falsas ideas e interpretaciones [la creencia en que los mercados financieros tienden al equilibrio] juegan un papel fundamental en la determinación del curso de la historia.

Comentaré en otra ocasión el libro, porque hay joyas (ideas más que verdades) por todos los rincones, reflexiones que transcienden al análisis de la situación actual y al ámbito de la economía. Pero como todo buen libro, debe ser digerido y procesado. Os recomiendo en cualquier caso el ensayo de George Soros por puro placer a la reflexión compartida con un personaje tan controvertido como emblemático de nuestra reciente historia.

Una tarde en Leroy Merlin

LeroyMerlinEl sábado por la tarde estuve en Leroy Merlin. Mi casa aún necesita unos cuantos retoques y aprovecharé la festividad de la Mercé para montar el dormitorio, aprovechando(me) manos de obra amiga.

El centro comercial estaba atestado de gente. Tuve tentaciones de dar media vuelta y olvidar mis proyectos de bricolaje, pero tengo a mi amiga Sole haciendo gala de sus dotes de dirección y enviándome listas de todo lo que necesitamos para el día D, así que respiré hondo y me sumergí en la multitud consumista.

El problema de las grandes superficies de autoservicio es que necesitas cierto grado de «expertise» para montarte la solución. No le puedes decir a alguien “mire, quiero empapelar la habitación, instalar luces indirectas sobre la cama y colocar unas cortinas dobles a juego con el papel”, y te pone encima de la mesa todo lo que necesitas.
No, en un gran almacén debes recorrer pasillos largísimos, buscando cada una de las piezas del puzle(a veces distribuidas por la superficie de una forma endiabladamente ilógica), verificar la compatibilidad de las piezas, escudriñar la eficiencia en la cara de los empleados antes de preguntar, evitar ser arrollado por carros asesinos y soportar el volumen de la megafonía que trastorna cualquier ejercicio de concentración al que uno pueda someterse.

Pero he de decir, y eso justifica compartir tan banal experiencia, que el personal de Leroy, me sorprendió gratamente, hasta el punto de hacer de aquella odisea algo agradable.

Nadie a quien pregunté, me dijo algo parecido a “es que yo no soy de la sección de iluminación, pregunta a algún compañero que veas por allí”.

Recorrían conmigo los kilómetros que hicieran falta hasta disponer de todo el “kit cortinas”

“Disculpa, quiero ese ventilador de techo que tenéis ahí colgado. Dónde están?”, le pregunté a una de las estresadas mujeres de verde. “Ven conmigo”. La acompañé mientras ella hablaba de ventiladores como si le apasionaran. “Vamos a mirar el catálogo, por si ves alguno que guste mas”. Pasó con calma todas las hojas del libro de muestras, mientras me explicaba las características de cada uno de los modelos. La escuché pasmada, aunque mantuve el primer flechazo.

Ya en la caja, tras veinte minutos de espera, puse mis trastos en la cinta. La cajera vio que una de las cajas tenía el precinto roto. “Esto es un embalaje manipulado” dijo como si recordara de memoria un procedimiento. “Tengo que abrirlo para comprobar que no te falta ninguna pieza”. Entre incrédula y agradecida, miré hacia la cola detrás de mí, no sé si para infundir paciencia.
Pero no hacía falta, a una velocidad increíble, repasó todas las piezas, certificó que estaba todo en orden, embaló de nuevo la gran caja y me cobró.

Estos días veo muchos anuncios en TV sobre los descuentos y regalos de Leroy MErlin. Después de la experiencia, y a menos que yo tuviera un día de suerte, su mejor activo no son la política de precios, es la (lamentablemente sorprendente) calidad del servicio de sus empleados.