Una joyita

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“La clave del diseño es demostrar la belleza que un objeto puede llegar a tener.
Su naturaleza es muy profunda. El diseño es un medio de cambiar la vida e influir en el futuro”.

Sir Ernest hall, de Dean Clough.

El futuro de Internet

Sublime, desde el blog de Enrique Dans y difundido por todo el barrio que sigue conectado estos días, un gran trabajo de Simón Hergueta

Santa Semana

nuestropadrejesusSon días de fiesta, la actividad profesional se ralentiza, nadie espera que estés disponible, no hay correos urgentes que contestar ni problemas que esperen tu reacción. En esta sociedad de la inmediatez, la prisa y la accesibilidad extrema, estos días son una concesión al sosiego, a la reflexión, a las charlas sin prisas, a las sobremesas largas, a las siestas sin culpabilidad, a los insomnios sin angustia.

No puedo decir que esté de vacaciones, ni todo lo contrario. Ya hace tiempo que no distingo ocio de trabajo y que las fronteras mentales y físicas entre el espacio personal y profesional se difuminaron, me temo (celebro) que para siempre. Aprovecho estos días, para leer, documentar, pensar, crear…verbos que se incluyen en unos servicios profesionales cuantificables en tiempo y dinero, pero que requieren de momentos de calma no financiables (directamente) por la economía de mercado.

Quizás es que aún no he aprendido a manejarme en mi pequeño nuevo mundo, pero lo cierto es que necesito tener la sensación del que el mundo se detiene ahí fuera, para encontrar el silencio que permite la cocina a fuego lento de ideas y proyectos.

De niña, mis semanas santas estaban marcadas por la tradición religiosa. Mi familia paterna, aunque no muy ortodoxa, es del sur, de Jaén, (allí, con ellos, entendí que la tradición supera lo estrictamente religioso); mi abuela, matriarca y guía espiritual del clan, católica practicante, aunque crítica y lúcida; y las monjas del colegio, conformaron mi entorno ideológico de aquellos años.

Recuerdo organizar procesiones caseras por los alrededores de una Masía que mi familia tenía en Tordera y dónde coincidía con mis 18 primos todos los fines de semana, festivos y veranos. Hacíamos cruces con ramas y montábamos altares con piedras. Para ellos, todos más pequeños que yo, supongo que era un juego más, pero yo recuerdo aquellos rituales infantiles, con fervor, fe y pasión.

Ya de adolescente, la Semana Santa cambio su significado, cada vez más asociado a la libertad, viajes, acampadas, música, deporte, amigos, amores, drogas (suaves) y una progresiva transición de la espiritualidad impuesta a una concepción más persona y natural de rituales y creencias.

La de este año, como las de los recientes es introspectiva y silenciosa, adorando al dios google (broma fácil y frívola) y dejándome acompañar y querer por los amigos que han perdurado, bendiciendo a los amores que se fueron, y durmiendo (sin drogas) el cansancio de los últimos meses, antes de llegue la resurrección de la ciudad.