Son días de fiesta, la actividad profesional se ralentiza, nadie espera que estés disponible, no hay correos urgentes que contestar ni problemas que esperen tu reacción. En esta sociedad de la inmediatez, la prisa y la accesibilidad extrema, estos días son una concesión al sosiego, a la reflexión, a las charlas sin prisas, a las sobremesas largas, a las siestas sin culpabilidad, a los insomnios sin angustia.
No puedo decir que esté de vacaciones, ni todo lo contrario. Ya hace tiempo que no distingo ocio de trabajo y que las fronteras mentales y físicas entre el espacio personal y profesional se difuminaron, me temo (celebro) que para siempre. Aprovecho estos días, para leer, documentar, pensar, crear…verbos que se incluyen en unos servicios profesionales cuantificables en tiempo y dinero, pero que requieren de momentos de calma no financiables (directamente) por la economía de mercado.
Quizás es que aún no he aprendido a manejarme en mi pequeño nuevo mundo, pero lo cierto es que necesito tener la sensación del que el mundo se detiene ahí fuera, para encontrar el silencio que permite la cocina a fuego lento de ideas y proyectos.
De niña, mis semanas santas estaban marcadas por la tradición religiosa. Mi familia paterna, aunque no muy ortodoxa, es del sur, de Jaén, (allí, con ellos, entendí que la tradición supera lo estrictamente religioso); mi abuela, matriarca y guía espiritual del clan, católica practicante, aunque crítica y lúcida; y las monjas del colegio, conformaron mi entorno ideológico de aquellos años.
Recuerdo organizar procesiones caseras por los alrededores de una Masía que mi familia tenía en Tordera y dónde coincidía con mis 18 primos todos los fines de semana, festivos y veranos. Hacíamos cruces con ramas y montábamos altares con piedras. Para ellos, todos más pequeños que yo, supongo que era un juego más, pero yo recuerdo aquellos rituales infantiles, con fervor, fe y pasión.
Ya de adolescente, la Semana Santa cambio su significado, cada vez más asociado a la libertad, viajes, acampadas, música, deporte, amigos, amores, drogas (suaves) y una progresiva transición de la espiritualidad impuesta a una concepción más persona y natural de rituales y creencias.
La de este año, como las de los recientes es introspectiva y silenciosa, adorando al dios google (broma fácil y frívola) y dejándome acompañar y querer por los amigos que han perdurado, bendiciendo a los amores que se fueron, y durmiendo (sin drogas) el cansancio de los últimos meses, antes de llegue la resurrección de la ciudad.
Delicioso post personal!
Una Semana Santa alejada de sentimientos de culpa, penitencias y dolor. Los proyectos necesitan de fuego lento, pero las personas también. ¡Disfruta las vacaciones para hacer un poco de chup-chup reconfortante!
…»a las siestas sin culpabilidad, a los insomnios sin angustia»…
…»no distingo ocio de trabajo y que las fronteras mentales y físicas entre el espacio personal y profesional se difuminaron, me temo (celebro) que para siempre»…
Hago mío este sentimiento y esta percepción, compañera.
Este post…qué magnífica conjunción entre la lucidez y la belleza descriptiva…
Descansa socia…bueno, a la vista está que ya lo haces, recogida en esa cocina, guisando delicatessens, humm…qué apetito!
…y vosotros siempre ahí, cocinando 😉
Feliz día..y feliz siesta!
Otra joyita…
y, siguiendo tus pasos me voy a por un gran placer… jamón, pan con tomate y un buen vino… y a hacer introspección!
A descansar, que quedan 2 días y pocas horas!
Que lo disfrutes Gemma, el vino no faltará nunca ;-), pero de descanso nos queda poco.
Un abrazo
Odilas,
Me encantan tus posts personales, familiares, cálidos, … aún recuerdo el post que hablabas de tu sister.
Me encanta mezclar las cuestiones técnicas con aspectos humanos (que en el fondo son lo que debería contar, aunque pocas veces ‘cuente’ económicamente).
Por cierto, ¿18 primos? Yo tengo 14 y pensaba que ya eran muchos 😉
Sí, amigo, el de mi sister fué de lo más difícil, emotivo y terapeútico que he escrito.
Menuda fiesta familiar tienes tú también 😉
La fiesta la tendré el lunes por la mañana: 7 ‘pochuelos’ (la más pequeña con 9 meses, el más grande de 9 años) preparando las típicas Monas de Pascua (bizcocho, nocilla, mermeladas, nata, ‘lacasitos’, mantequilla, almendras, huevos de chocolate, etc)… y después a comernoslas (lo que quede 😉
Buff!. Suerte.
Mis primos ya beben cerveza ;-)…mucho más fácil (a veces)
Mis primos también beben cerveza… lo de las Monas de Pascua es ‘sólo’ con mis hijas y mis sobrinos y sobrinas.
La nueva generación… (la vida continua, sigue su curso… ).