Semana 2

 

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En una semana hemos visto como los muertos se multiplicaban por 5 en España; como el ejército ocupaba las calles vestidos de extra-terrestres; como pabellones deportivos gigantes se convierten en hospitales de campaña; como neoliberales piden rentas básicas universales para la población; como las cifras diarias pulverizan análisis y estrategias de hace apenas una semana; como todos los países del mundo chapotean en la ilusión de la gestión optima de esta crisis sin precedentes; como se han cancelado juegos olímpicos y cualquier actividad lúdica social; como Europa se rompe ante la evidencia de su verdadera desunión; hace 2 días EEUU mira por fin de frente al problema e inyecta 2 billones de dólares a su economía y ayer México la paraliza en una rueda de prensa donde la expresión de pánico hace que las palabras sean innecesarias.

En estos momentos un 38% de la población mundial vive confinada en casa y nadie sabe cuando acabará.

 

Todo es tan raro.

Tan rápido.

Todo es tan excepcional, y la excepción ya convertida en cotidianidad, tan sobrecogedora.

 

Consejo extraordinario de ministros cada día, decisiones sin precedentes hora a hora. Todos pendientes de una curva, de la nuestra y de las que nos preceden. Toda la humanidad concentrada en lo mismo, intentando predecir lo que vendrá, intentando asimilar, con pavor, con humor, con resignación, con tristeza, con solidaridad, con estupidez, con esperanza….cada uno con lo que puede.

 

En lo personal, mantengo el balance emocional y psicológico fuerte, y la intensidad profesional hace que mi marco mental, haya cambiado poco. Pero cuesta concentrarse entre tanto ruido; y una cierta tendencia obsesiva me tiene en vigilia la mayor parte del día y la noche.

 

Los días son monótonos pero intensos. No estoy ni voy a ninguna parte pero me siento especialmente conectada con todo el mundo. No vamos a trabajar, pero la actividad es frenética. La deliciosa quietud de mi casa, la efervescencia histórica de ahí fuera. Grandes contrastes.

 

Cuidaros amigos, en todos los sentidos.

Somos parte de una red que no se ve, que no se toca, pero que se fortalece.

Estamos encerrados pero conectados. Hemos perdido lo colectivo y recuperado lo privado y ahora estamos aprendiendo a compartir ese espacio del que también forma parte nuestra humanidad, nuestras emociones, a veces disimuladas o canceladas en la plaza pública.

Vivimos desde hace más de dos semanas (que parecen dos años) confinados, protegidos, aislados en nuestro búnker. Viendo a través de ventanas digitales cómo cambia nuestro mundo (¿para siempre?)

No nos movemos, pero siento que vamos a toda velocidad hacia algún sitio impredecible.

Categoría: Personas

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