En un café de Panguipulli. Un lugar con este nombre merece, al menos, una parada. Estoy “Donde la Negra”, porque me han dicho que aquí hacen café café.
Hoy la ruta en coche es larga: Desde Coñaripe hasta Valdivia. Como casi no puedo caminar, mejor aprovecho y conduzco, y avanzo!, porque por aquí hay que moverse a fuerza de voluntad. Según los planes (por llamarlos de alguna manera) ya debería estar mucho más al sur, pero es difícil despegarse de los lugares que me encuentro.
Alguien me dijo en Santiago “no llegarás a Chiloé” (mi destino final) y ahora sé cuanta razón tenía.
Aterricé en Temuco hace 4 días, el martes 17 . La idea es recorrer , al ritmo que mande la vida, la Araucanía, la Región de los Ríos y la Región de los Lagos. De Temuco a Puerto Montt. Y desde allí saltar a Chiloé, donde en el hostal de unos amigos en Castro, me esperan un día indeterminado.
Me vine con muy poca información, sin tiempo para preparar ni planificar nada. Algo frustrada por no saborear los preparativos del primer viaje largo, de lo más parecido a vacaciones, que tengo en mucho tiempo.
La ventaja es que no se generan expectativas, y saltas, de la última reunión de trabajo (camino del aeropuerto y vestida de mochilera) a un mundo mágico por descubrir, que me obliga a detenerme constantemente con la frase mental “a ver, dónde ostias estoy?”.
Por las noches busco en el mapa, la sopa desordenada de lugares, escritos en papelitos, que me han ido recomendando unos y otras en Santiago. A cada reunión, a cada encuentro: termas, alojamientos, rutas, parques, pueblos…Gracias a tod@s por vuestra complicidad!
Almorcé el primer día en Nueva Imperial, cerca de Temuco, un discreto tributo a la cultura Mapuche, muy concentrada en esa zona. El día terminaba en Villarrica, a orillas del lago del mismo nombre. Al día siguiente recorrí los alrededores, sin prisa ni rumbo y fui a almorzar a Pucón, bordeando el lago.
Enclave precioso pero demasiado entregado a la mirada del turista. Muchos más bonitos los pueblos de hoy desde Coñaripe a Panguipulli (impagable la ruta bordeando los lagos), pueblos que tienen de todo, pero a su manera. Viven para ellos y si te gusta bien y si no, pasa de largo y búscate un Sheraton.
La tarde en Pucón sentenció la subida al volcán de ayer. Entré en una de las cientos de agencias de tours guiados, y la verdad es que la subida al Villarrica es la oferta estrella. Pregunté en varios lugares, sobretodo por la condición física requerida, y finalmente me decidí, animada por los vendedores a comisión, mi incontinencia al reto y algún que otro empujoncito en la distancia.
El día de autos empezaba a las 6h de la mañana en la agencia de Pucón.
A mi, apenas me había dado tiempo la tarde anterior a comprar unas botellas de bebida energética y un par de barritas de chocolate, así que cuando llegué y vi a parte del grupo (unos israelíes, jóvenes, tremendamente guapos, bien equipados) calentar quínoa en un hornillo en plena calle, casi me vuelvo a la cama a seguir durmiendo.
Miré de reojo la lista sobre el mostrador. Habían unos cuantos valientes pasados los 40 pero eran austríacos y alemanes. No sirve. Pero antes de darle tiempo al arrepentimiento ya tenía a un guía enfundándome las botas de nieve y metiendo en mi mochila una serie de artilugios que yo no había visto en mi vida.
En el autobús, la chica que iba a mi lado por fin dijo “no sé que chucha hago aquí”. “Yo tampoco!” respondí eufórica. Nos hicimos amigas en el grupo de rezagados, pero coronamos la cumbre 6 horas más tarde. No hay palabras para describir lo que uno siente allí arriba. Una mezcla de plenitud, orgullo y humildad. Un estremecedor agradecimiento ante tanta belleza. Sin duda, una de las experiencias más impactantes de mi vida.
Al volver, y tras comerme la lasaña más rica del mundo, tomé rumbo a Coñaripe. Anoche dormí allí, cerca de una zona de termas (muy recomendables las Geométricas) y del parque nacional que han ocupado mi día de hoy.
La Araucarias sólo se encuentran en esta zona del mundo y pueden llegar a tener 1.500 años. Monumentos ancestrales testigos silenciosos del devenir de la vida fugaz a su alrededor. Pasear por el parque nacional de Villarrica, me ha recordado la sensación de entrar en una catedral gótica europea, italiana, francesa. Ahí está aquello, con esa armonía eterna para que los hombres alcemos la mirada incrédulos, minúsculos en tamaño y existencialidad (el corrector me dice que esta palabra no existe, pero no encuentro otra).
De vuelta a la civilización ha subido al coche Jason, caminaba hacia el pueblo bajo un sol de justicia. Hemos intercambiado experiencias (él muchas, lleva 3 meses viajando por Sudamérica) y galletas. Acaba de estudiar ingeniería mecánica, y le espera su primer trabajo cuando llegue a su Alemania natal. No tiene claro renunciar a esta libertad. Le he dicho que cuando sea mayor se haga consultor. No será libre pero tendrá la ilusión de decidir cómo organizar su tiempo.
El hielo del café se ha derretido y vuelto a calentar. “La Negra” me dice que me quede esta noche aquí, que en casa Julia puedo dormir por 10 lucas y está limpio. Que no me puedo perder la reserva Huilo Huilo. Le compro un helado para enfriar las tentaciones y salgo rumbo a Valdivia.
Deja una respuesta