Valle de la Luna

Esta tarde iremos al Valle de la Luna. Dicen que de los parajes más espectaculares del mundo. Se va por la tarde, para ver la puesta de sol desde uno de lo cerros. Hoy hay luna llena, así que estamos de suerte.

La casa ha vuelto a quedarse en calma tras la marcha del grupo de moteros. A media mañana entro a la cocina a prepararme un café, desayuné demasiado pronto y vuelvo a estar hambrienta.


En la amplia mesa, una chica escribe sobre un MAC ☺. Me siento a su lado. Yo llevo el mío bajo el brazo.

Me ofrece su saquito de café (expreso), en lugar del soluble que hay en la casa. Me cae bien.
Empezamos a charlar. Se llama Gabriela, debe rondar la cuarentena, pequeñita y morena, inteligente, natural, divertida. Pasó su infancia y juventud en Berlín, pero volvió hace años a su tierra de origen, Chile. Vive en Santiago, muy cerca de dónde he alquilado el piso para el próximo mes y medio. Es diseñadora de moda y tiene una tienda-taller por la zona de Bellas Artes. Me cae bien.

Se mueve por la casa con seguridad, abre y cierra armarios, habla con familiaridad con Moira, la hija de Sandra, atiende a otros huéspedes. Viene por aquí a menudo a descansar. Sandra y ella son amigas desde hace años.

Pasamos el resto de la mañana juntas, caminamos hasta el pueblo, me acompaña a la botica a comprar unas pastillas para ampliar la capacidad pulmonar, pero luego me lleva al mercadillo y me mete en el bolso una bolsita de hojas de coca, como remedio alternativo. “Te irá bien mañana para subir mañana a los Geysers” .
Nos vamos contando la vida, sin prisas, sin atropellarnos, con la calma y la obligada lentitud con la que se hace todo por aquí. Si hablas muy rápido te agarrará flojera, si hablas mientras caminas, te faltará el aire.

Nos vamos a nadar a una piscina que hay en un camping cercano al pueblo. El camino arde. Creo que voy a hervir, pero a pesar de ello, el agua está imposible. Las noches son muy frías, y el sol del día no consigue recuperar la temperatura. Aún así, después de unos cuantos patéticos gritos, conseguimos hacer unos largos.

A las 4 de la tarde pasa el autobús que me lleva al Valle de la Luna. De camino nos explican algo de geología y de historia del lugar. Atacama se encuentra entre la cordillera de los Andes a la que pertenece el Licancabur (detrás del cual, se encuentra Bolivia) y la Cordillera de Domeiko. Antes que éstas, y en dirección al oeste, se formó la Cordillera de la Costa, por la sobreposición de la placa sudamericana sobre la del pacífico, hace 500-150 millones de años. Los Andes es la más joven (50 millones de años, por eso es la más alta, al haber sufrido menos tiempo de erosión). Tomé estas notas en el autocar, pero vaya, para más información (y más rigurosa), consulten la wikipedia ☺

Gabriela me había contado que desde San Pedro salen expediciones a Bolivia cruzando el Licancabur, son 3 días y 2 noches. Allí se llega al salar de Uyuni. Una gran extensión de agua sobre una placa de sal. El efecto del agua sobre el suelo blanco, es de un gigantesco espejo que desconcierta y marea a los no habituados. Hay que ir con gente experta (con Bolivianos dicen). Anotado para la próxima vez.

Llegamos al valle de la Luna. El paisaje desde lo alto de la Gran Duna es realmente lo más sobrecogedor que he presenciado jamás. Uno sólo puede rendirse y dejar que la bola que se forma en el estómago, suba y salga en forma de lágrimas no se sabe bien si de felicidad, de autoconciencia de insignificancia, de agradecimiento, de asombro, de alivio por no haber muerto antes de ver aquello, o como decía Stendhal, de pura reacción fisiológica ante el exceso de belleza. Recuerdo una sensación parecida al entrar en el Baptisterio de San Juan , frente a la Santa Croce de Florencia (qué lejos queda aquello ahora).

Caminamos por varias rutas a través del valle desde donde se pueden observar formas asombrosas de roca, y cristales de sal. Aquí nunca llueve, apenas cada 12-15 años, pero cuando lo hace cae barro de forma torrencial. Ocurre durante el invierno altiplánico (que coincide con el europeo y el verano austral). Este año llovió mucho. Hay carreteras aún cortadas, y muchos destrozos por las lluvias de febrero, pero un buen efecto de esa agua es que en el valle han emergido generosas capas de sal y el contraste entre las rocas rojas por los minerales (especialmente cobre), las dunas doradas y el blanco de la planicie, es un espectáculo increíble.

Llegamos al Valle de la Muerte justo a tiempo de ver la puesta de sol y el baile de los astros a la salida de la luna llena. Con el último rayo nos abrigamos y bajamos corriendo al autocar.

Esta noche ceno en el pueblo y que quedado con Gabriela en vernos en el Peregrino para acompañar a la procesión de viernes santo. Salen a las 9h desde la Iglesia de San Pedro.

Mañana a las 4h de la mañana salimos para los Geysers del Tatio.

Categoría: Pasiones

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Comentarios: 3

  1. David Sánchez Bote 08/04/2012 at 09:13 Reply

    Sera porque he nacido en zona muy verde y lo humedo no me llama la atención, pero siempre me han emocionado los paisajes áridos tipo «valle de la muerte» y los desiertos en general
    Gracias por hacerme llegar un poquito de esa emoción

  2. Odilas 10/04/2012 at 00:58 Reply

    A ver si montamos un proyecto por aquí y nos vamos y organizamos reunión de trabajo en Atacama 🙂
    Abrazo

  3. Amalio Rey 10/04/2012 at 08:08 Reply

    Oye, MJ, no me dejes fuera del proyecto con David y Cia, que a mí tambien me apetece «sufrir» como tú.
    Preciosa la descripción. Emocionante la mirada desde lo alto de la Gran Duna,me ha parecido estar ahí. Qué gusto eso de sentir una mezcla de asombro e insignificancia.
    Te sigo, asi que sigue contando…
    bss

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