Hoy (ayer) he encontrado La Playa. Tiene un nombre evocador Manganari, pero había leído tantas veces su nombre en las ofertas de excursiones, que imaginé que sería una de esas grandes playas concurridas y ruidosas.
Me decidí a ir porque es la más lejana de dónde estoy. El autobús ha de subir hasta el norte por la única carretera que hay y que una vez allí, hace un giro en forma de «1» y conduce al extremo sur, dónde está la playa en cuestión. No hay otra forma de llegar, si uno no tiene un yate privado.
El viaje, de una hora de duración recorre 25km de trayecto (no me salían las cuentas) y permite conocer casi por completo el interior de la isla. Esa inspección me interesaba porque quiero alquilar algo motorizado y subir más al norte del norte de hoy a buscar la tumba de Homero (que se ha convertido en una tonta obsesión). Me intimidaba el hecho de no saber cómo son las carreteras, si hay señalizaciones o sencillamente en qué dirección salir.
Todas las dudas despejadas. Apenas salimos de Chora, el autocar enfila una ladera y empieza a subir como en la primera, lenta y tensa escalada a la cima de una montaña rusa. A partir de ahí no hay más paisaje que montañas desiertas de roca, cubiertas de vez en cuando por un manto de arbustos bajos. No hay poblaciones en toda la isla, a parte de Chora y Ormos, un barrio que rodea el puerto.
Es curioso no obstante que la isla está poblada de pequeñas y radiantes ermitas, encaramadas a los riscos, sin caminos visibles que conduzcan a ellas y sin función aparente en este desierto.
En las bajadas, los frenos del autobús chirrían como si fueran los gritos un animal degollado. Me acomodo en el asiento, arrepintiéndome de haber escogido la primera fila. Empiezo a divagar con análisis estériles (lo hago también en los aviones) sobre cual sería el lugar más seguro en caso de accidente. Miro hacia abajo, la perspectiva no me da para ver el asfalto y bajo mi asiento, directamente el precipicio. ¿Cuántos habrán caído por ahí?. Busco en el fondo, restos de coches quemados o autobuses destrozados, como para confirmar mis paranoicas sospechas, pero no veo nada, solo rocas. Los deben retirar deprisa para no asustar a los turistas ;-[
El autobús sube y baja montañas peladas. El paisaje, a pesar de la monotonía es bellísimo. Debemos estar en la más alta, no creo que más de 1.000 mt, aunque parecen más altas por la desnudez del terreno. Se ve el mar en todas direcciones. Contrasta, lo inaccesible, protegida e imperturbable del interior de la isla, con la cesión a las “invasiones bárbaras” de las zonas de la costa.
Llegamos a Manganari. La playa, y sólo la playa, apenas un par de establecimientos. Uno más grande y confortable. En un extremo, una taberna hecha con troncos que en algún momento estuvieron pintados de azul y una pequeña cocina de piedra blanca. En la arena, unas sombrillas de paja y unas hamacas oxidadas (que nadie cuida y por las que nadie cobra), el mar y el silencio.
A pesar de que las montañas empiezan a muy pocos metros de la orilla, la playa es plana, la entrada al agua (cristalina, casi blanca) suave. Al fondo, la silueta de Santorini.
En el restaurante principal alquilan habitaciones “Dimitri & Helena’s Rooms”, así que si para alguien el paraíso tiene forma de playa tranquila, pescado fresco, queso feta y vino, que pregunte por Manganari.
Magnífica la crónica de este viaje. Todavía tengo los pelos de punta a raíz de la escena del autobús 😉
Toda la pinta de un viaje iniciático. A la vuelta de algún recodo puede que te encuentres con algún dios o diosa y te reconozca como su sacerdotisa… 😀
Un beso
Uih, tengo poca vocación pero estaré atenta a los recodos, por si hay que montar un altar de urgencia 😉
Un beso isleño.
Tal vez esa pizca de «riesgo» termine siendo la guinda de una experiencia inolvidable y el recuerdo de momentos que no se repetirán…
Que disfrutes en ese paraíso que con tan buena ilustración has podido explicar.
Slds
SM
Ese punto rústico de los autocares de las islas y de sus conductores es uno de los encantos de este país… Me has tocado la fibra con los posts de Grecia: hace demasiados años que no respiro sus perfumes. Cuando encuentres la tumba de Homero, (o ella te encuentre a ti), puedes recitarle, de mi parte… » ἄνδρα μοι ἔννεπε, μοῦσα, πολύτροπον…»
Gracias Senior. Peligro?, no no. Al menos, no más que en cualquiero otro lugar, sólo que son distintos y estamos más acostumbrados a los cotidianos.
Un saludo!.
Mariona. Lo haré. Me alegra lo de la fibra y lamento no poder llevarte el perfume 😉 así que tendrás que volver. Kalinijta.