Las noches de Chora “no son para mi”.
Las tradicionales casitas blancas se convierten en discotecas estrepitosas ante las que se agolpan chicos y chicas, ellas exuberantemente mini-vestidas, ellos vulgarmente semi-desnudos.
Las tranquilas calles empedradas que durante la tarde se llenan de sillas dónde gentes de todas las edades juegan al ajedrez o al backgammon, se transforman tras la puesta del sol en una pasarela por las que las chicas se tambalean sobre sus tacones y los chicos…también 😉
Las puestas de sol, son no obstante el único (y sublime) momento del día de convivencia entre generaciones, culturas, foráneos y locales.
Como si convocaran un “todos a sus puestos”, apenas empieza a caer el sol, nos dirigimos en masa a los puntos más altos que tenemos a mano, para celebrar el espectáculo. Desde una colina vemos los grupos de la que tenemos enfrente, las terrazas, los tejados a los que la gente se encarama. Todos, con la mirada fija en el astro rey. Todo acaba con aplausos y euforia colectiva. Un poco “Paz y Amor” pero bonito, la verdad.
A partir de ese momento empieza el desenfreno. Me recomendaron unos cuantos bares locales, dónde no dejan entrar a turistas, y en mi imaginación se formó algo más acogedor –a pesar de las restricciones de entrada-, más comprensible –a pesar de la cultura- , pero alguien me recomendó no ir. “Los de aquí, son aún más salvajes que los de fuera”. Debe ser el viento, incansable, que zumba día y noche sin tregua, en la isla.
Chora es un espectacular enjambre de edificaciones bajas, apenas un par de pisos, encaramadas en la ladera de una montaña, de forma que sus calles son un laberinto de escaleras y cuestas empinadas que conectan los tejados de unas casas con los techos de otras. El espacio privado y el público se confunden. A veces una calle desemboca sin ninguna barrera visible en el patio privado de una casa y subiendo unas escaleras que parecería que conducen al primer piso de la vivienda, apareces en el nivel superior de un callejón público. Tardé un par de días en aprender el camino a “casa” sin perderme.
En las pequeñas ermitas que hay salpicadas por todo el pueblo, hay un cartel que dice algo así como “Prohibido subirse al techo [abobedado –un juego tentador, la verdad-]. Esto es un lugar sagrado que merece respeto. Y en cualquier caso, es peligroso para tu integridad física porque la bóveda es antigua y puede ceder bajo tus pies [por si el primer argumento era insuficiente]”. Mis rondas nocturnas, me han confirmado que ambos argumentos son tristemente insuficientes.
Una noche, siguiendo los consejos del dueño de la Taverna Nest, dónde ceno cuando el Katogi está hasta la bandera, encontré una plaza, dónde a partir de la medianoche, se descuelgan las guitarras y la gente corea canciones tradicionales. Los que no cantan mueven la cabeza y los labios siguiendo una letra incomprensible para mi, pero en el lenguaje universal de la música, nos invade un sentimiento común.
Señalé con el dedo la bebida que más circulaba por allí. El camarero exclamó un “UUuuhhhh” (yo sonreí ingenua), vertió miel en una jarra, le echó un líquido (después me dijo que era Grappa) un chorrito de limón y lo calentó al vapor de la cafetera.
Me abrasé la garganta, y se me licuaron los ojos, la música sonaba mejor, y con un par de vasos más me veía capaz hasta de entender las letras, pero a estas alturas una conoce sus límites así que me despedí a tiempo de mis decepcionados colegas de barra y volví a perderme camino de casa.
Alma de reportera existencial… 🙂
Cómo te conectas allí?
Portátil enchufado a la wifi del hotel…Alma de friki incorregible ;-(
¡qué suerte disfrutar de las islas griegas!
dice un pasaje de Zorba el Griego «dichoso aquél a quien le es dado navegar or el mar Egeo al menos una vez en su vida»
Este año lo he disfrutado en primera persona y puedo confirmar que es una maravilla, especialente s consigues llegar a los lugares donde viven los griegos, y no los turistas extranjeros.
Por cierto, como curiosidad, el nombre de la ciudad, que algunos escriben Hora, otros Chora, y en Español se pronuncio «Jora» significa «capital» y hay una en cada isla.
¡Que sigas disfrutando!
Qué punto de vista tan interesante (y cercano) el tuyo…
Gracias por compartir este viaje…
A pesar de no haber comentado antes, sigo la pista de tus posts vacacionales: miguitas de Pulgarcito helénico para que no te perdamos en aquellos paisajes. Y gracias a ellas estamos disfrutando a la par de tu inolvidable periplo. 😉
Mj, estupendo tu relato helenico insular. Cuidado con la grappa y disfruta del laberinto de tejados-escalera. Ruego Flickreo de fotos pa completar imaginario.
Bernardo, gracias por pasarte por aquí y compartir la experiencia. Y gracias por la aclaración. En algunos mapas aparece Chora y en otros Ios (compartiendo nombre con la isla), así que aclarado!.
Manel, Anna, este viaje no sería el mismo sin vosotros!. Una compañía lejana y cercana a la vez. Un inesperado placer. Besos
Gracias Amalio. De momento voy colgando algunas fotos en Facebook, pero sí, prometo album serio en Flickr. Hasta pronto!
Como dijo el poeta: tu relato, en dos palabras, es IN PRESIONANTE! Felicidades por un verano así.
Gracias Virgili. ME alegro que te guste. Nos vemos pronto. Un abrazo