Me encantan los aeropuertos, son nodos que conectan el mundo. Me fascina la sensación de estar en un espacio físico y saber que justo desde aquí podría desplazarme a cualquier parte del mundo. Oigo y leo nombre de ciudades y lugares, algunos conocidos otros anhelados, y la imaginación se pasea por esos destinos con la ilusión de tenerlos al alcance.
Espero a Cora en el aeropuerto de Tegel. Cualquier excusa es buena para volver a una de las ciudades instaladas en mi corazón desde hace años. Berlín para mi, es Libertad y siempre que vuelvo, recupero sorprendida, esa sensación de ligereza vital, propia de una juventud que aquí parece eterna.
Esta vez, es la ciudad escogida por los “Explorers Club”, para celebrar una de sus periódicas citas.
Somos un grupo de “consultores” de diferentes países europeos, que tras compartir cursos, empresas, conferencias, proyectos…, decidimos formalizar una comunidad que de forma natural ya se había establecido a base de admiración, respecto y confianza.
Quizás parezca idealista, ingenuo incluso, pero lo que nos interesa a unos de otros, no son sólo las capacidades profesionales e intelectuales, si no y sobretodo, sus actitudes, su dimensión humana, su predisposición a la ayuda y a la colaboración, su calidad como persona. Es un equipo sin otro vínculo que la voluntad de intercambiar experiencias, soporte mutuo y el compromiso de ayudarnos unos a otros a crecer personal y profesionalmente. Yo los considero mis amigos y me siento orgullosa de poder compartir con ellos, parte del viaje.
Nos vemos unos días, un par de veces al año. Buscamos un lugar accesible conectado con las diferentes ciudades de las que venimos (por compañias aéreas de bajo coste), y organizamos la convivencia a base de actividades deportivas, gastronómicas, culturales…y nos ponemos al día. Da igual dónde estemos, para quien trabajemos, o qué hagamos en ese momento, los pactos tácitos de colaboración y soporte que nos unen, se activan instantáneamente al encontrarnos.
Reconozco que no explotamos los beneficios de las redes digitales (más allá del correo electrónico y un wiki que abrimos el año pasado y que murió de inanición), creo que es porque nacimos, como colectivo, de un entorno físico y a pesar de las distancias que nos separan, nos hemos acostumbrado a relacionarnos a base de vernos y tocarnos (dentro de un cierto orden claro!, como bromeaba esta semana con un amigo).En aquel momento, las herramientas 2.0 no estaban tan implantadas, así que establecimos unas dinámicas de relación que hoy nos cuesta cambiar. Ya veremos.
Vuelvo más tarde.
Deja una respuesta