Parejas de Baile

….O el binomio Consultoria-Dirección de Proyectos:
Independientemente del éxito tecnológico en la implantación de los sistemas y en el cumplimiento de una eficaz Gestión de proyectos, estos no siempre dan el resultado esperado en clave de negocio.
Podemos tener en “verde” todos los semáforos que miden los indicadores desde la perspectiva de gestión de proyectos (tiempos, hitos, costes, calidad, recursos, riesgos…), podemos hacer una implantación sin sobresaltos, y dar por felizmente terminado un proyecto o incluso toda una estrategia IT, y al final, comprobar que el rendimiento en VALOR, el impacto en los ejes de negocio, es escaso en el mejor de los casos.
La consultoría nos ayuda a conceptualizar, a saber qué necesitamos y para qué, a garantizar que el éxito de las iniciativas que emprendemos, nos conducen a la consecución de nuestros objetivos: Si no sabemos a dónde vamos, no importa lo rápido que corramos.

La dirección de Proyectos, nos asegura el buen desarrollo e implementación de las iniciativas emprendidas para conseguir los objetivos que nos planteamos durante la conceptualización.

La sabiduría popular sugiere que «hay un momento para pensar, un momento para decidir y un momento para actuar».

Es habitual que los servicios de Consultoria se realicen por entidades proveedoras y profesionales diferentes de aquellos que posteriormente van a ejecutar los proyectos.

Los primeros PIENSAN y los segundos EJECUTAN según unas directrices marcadas por los que les antecedieron en la cadena de valor. La fase intermedia de DECISIÓN suele recaer en la solitaria potestad del cliente (por aquello de que quien paga manda –decide-)

Evidentemente, las fronteras no son tan nítidas, pero en muy raras ocasiones un cliente es acompañado de forma estable y coherente, por un único proveedor, durante todo el ciclo de vida de un proyecto (en el sentido más amplio del concepto) desde la identificación de una necesidad de negocio hasta la implantación de las iniciativas/proyectos diseñados para darle respuesta.

Ayudar a nuestros clientes, pasa por establecer una conversación continua, fluida y constante en el tiempo, entre los consultores de negocio, los directores de proyectos y las personas clave de la organización receptora de los servicios

«Bailar, Bailar malditos»

Too much love can kill you

Mi abuela ha sido una de las compañeras de viaje más determinantes de mi vida y una de las personas más fascinantes que he conocido. Explicar su intensa y larga vida, significaría abrir otro blog monográfico. Quizás algún día.

Júlia, mi amiga, nació en Linares (Jaen) hace 96 años y disfrutó de una niñez y juventud excepcionales (“en una jaula de oro que no me dejaba ver y entender el mundo –dice ella-“). Los privilegios de los que disfrutó durante los primeros años de su vida, le permitieron viajar por Europa, estudiar dos carreras y hablar varios idiomas; y siempre cuenta orgullosa que el primer coche que apareció por las calles de Linares, lo conducía ella.
Se casó por amor (ahora nos parece obvio, pero hubieron tiempos y contextos en que hacerlo, era innovar) y por amor lo perdió todo.
Comprendió demasiado tarde (o demasiado pronto, depende como se mire) que su familia, aunque radical y cruel en el castigo, tenía razones para desconfiar de aquella relación.

Cuando mi abuelo murió, hace más de 30 años, mi abuela floreció (ella no aceptaría este comentario-aún le ama-, así que no seguiré por ahí) y convirtió el coraje necesario para sacar adelante a sus ocho hijos en condiciones demenciales, en sabiduría, paz de espíritu, creatividad, y pasión por la estética y la vida.

Mi familia es un clan (un clan 1.0. como diríamos ahora: con jerarquías, roles establecidos y normas tácitas de comportamiento y relación entre nosotros). Tiene sus inconvenientes, porque pertenecer a una comunidad (a una comunidad no elegida ni prescindible) significa enfrentarte contínuamente con tu individualidad frente al colectivo, con la gestión de tus necesidades personales y las del grupo, con tu libertad vital frente a las expectativas de los demás.
A cambio, (¿Qué ventajas tiene?, me preguntaba un amigo esta noche) satisface una necesidad básica (en mi opinión) del ser humano: sentir que pertenece a algo mayor que sí mismo, a algo que le trasciende. Cada uno lo resuelve a su manera: desde pertenecer a un club de futbol, montar una banda de jazz, fusionarse espiritualmente con otro ser….

Mi familia, aunque de forma conflictiva, es el clan al que pertenezco, por voluntad, por destino y por amor, y mi abuela es el elemento cohesionador, integrador, conciliador. Sin ella, creo que nos desintegraríamos (a veces lo veo como un momento liberador y otras con terror).

Y mi abuela lo tiene jodido, porque asume esa responsabilidad con serenidad, ternura y sentido del deber, pero a cambio paga un precio muy alto por ello. LA necesitamos tanto para sobrevivir como clan, que más que amarla la adoramos como un ídolo (dejándola muy sola), más que respetarla la maltratamos con nuestros miedos, más que cuidarla la asfixiamos con una sobreprotección que es la nuestra. Pensamos que la queremos (y lo hacemos) pero sobretodo queremos y nos aferramos a lo que significa y representa para nosotros.

A veces convertimos a las personas en objetos necesarios para responder a nuestras aspiraciones. Las despersonalizamos, nos hacemos insensibles a sus necesidades reales y lo enmascaramos todo de lealtad, amor, admiración, protección… porque en el fondo, dependemos de su perdurabilidad como símbolo. Es injusto, pero el vacío puede más. Nos va la vida en ello.

Deberíamos ayudar de igual forma, a aquellos a los que amamos, en el transito por la vida y el transito hacia la muerte.

Este sábado ví un letrero en una tienda de trajes de novia en barcelona que decía así: «Lo mejor que podemos hacer en tributo a aquellos a quienes amamos, es seguir siendo felices«.

Soy feliz, aunque solo sea porque Júlia se lo merece.

Tomando unas cervezas con Ortega y Gasset

Cenaba esta semana con Madame Staël, y pasamos de la forma más natural, de la revisión del estado de un proyecto de consultoría en el que está felizmente inmersa, a un intercambio apasionado sobre la forma como nos enfrentamos a los proyectos que acometemos, las emociones que liberamos ante diversas situaciones, el valor con que nos enfrentamos a nuestra propia historia y a nuestro futuro, y de cómo vamos construyendo el “proyecto vida”, al que todos intentamos, de una forma u otra, dotar de un sentido narrativo, de un hilo conductor, de una coherencia que nos defina ante nuestros propios ojos y ante la mirada de los demás, del mundo que nos rodea. Sacó del baúl de su memoria sentimental, las reflexiones de Ortega y Gasset que hoy me envía y que yo le agradezco compartiéndolas con vosotros.

“Nuestra vida, según esto, no es sólo nuestra persona sino que de ella forma parte nuestro mundo; ella – nuestra vida – consiste en que la persona se ocupa de las cosas o con ellas, y evidentemente lo que nuestra vida sea depende tanto de lo que sea nuestra persona como de lo que sea nuestro mundo. Ni nos es más próximo el uno que el otro término: no nos damos cuenta primero de nosotros y luego del contorno, sino que vivir es, desde luego, en su propia raíz, hallarse frente al mundo, con el mundo, dentro del mundo, sumergido en su tráfago, en sus problemas, en su trama azarosa. Pero también viceversa: ese mundo al componerse sólo de lo que nos afecta a cada cual, es inseparable de nosotros. Nacemos juntos con él y son vitalmente persona y mundo como esas parejas de divinidades de la antigua Grecia que nacían y vivían juntas: los Dióscuros, por ejemplo, parejas de dioses que solían denominarse dii consentes, los dioses unánimes”.
«El ser humano es lo que ha sido: la herencia de los hombres que le precedieron, no tiene naturaleza sino historia; y, mirando hacia el futuro es proyecto y libertad. Se va construyendo a sí mismo, es un ser histórico, se va haciendo en la medida que va creando su propia historia. No puede permitir que nadie elija o escoja por él; tiene que empeñarse personalmente en la construcción de sí mismo; tiene que seguir su propia e intransferible vocación, cuyo desarrollo convierte la vida en un proyecto único y personal. Este proyecto personal se lleva a cabo dentro de unas circunstancias familiares, sociales, políticas, económicas etc., en las que todas las personas vivimos. La educación, la cultura, la política e incluso la vida cotidiana influyen de modo decisivo facilitando o entorpeciendo el proyecto personal, vital. Cada hombre tiene un destino ético, personal»

“Vida significa la inexorable forzosidad de realizar el proyecto de existencia que cada cual es…La vida es constitutivamente un drama porque es la lucha frenética con las cosas y aun con nuestro carácter por conseguir ser de hecho, lo que somos en proyecto”.

“Frente a la razón pura físico – matemática, hay una razón narrativa. Para comprobar algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia. Este hombre, esta nación hace tal cosa y es así porque antes hizo tal otra y fue de tal modo. La vida sólo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica”.

Merci Madame