Improvisando una metodología

Trabajando estos días en la creación de un modelo metodológico que permita afrontar proyectos, donde la innovación va a ser un elemento esencial, aparecieron los primeros cruces de cables.

El mero ejercicio de sistematizar unos pasos, de trazar caminos ya impedía pensar en algunos proyectos, donde la clave va a ser la aplicación de la experiencia, la capacidad de tener buenas ideas, y el compromiso personal con el cliente y su problemática.

Al final(de momento) me quedo con tres ejes:

Un catálogo de técnicas: Si ya está inventada la técnica del DAFO, o una herramienta eficaz de gestión de riesgos, hagamos acopio de utensilios y no inventemos la rueda

Un «catálogo» de valores: Esto es personal y cada uno sabe lo que le define, pero valores (o actitudes) como el compromiso, la flexibilidad, la confidencialidad, la lealtad, la honestidad, la empatía, el respeto…son sellos de identidad que propician el buen funcionamiento de los proyectos. Los valores dominantes en un equipo, en una organización, en una persona, son el mejor atributo de su marca.

La experiencia: Es ella la que nos dirá cómo y cuando usar las técnicas, las herramientas, los utensilios de que disponemos (porque cada caso será distinto). He visto como en cursos de Gestión de proyectos, se les enseñaba a los alumnos, cómo usar una técnica, pero cuando se iban a casa, con el carro lleno de estas, no tenían claro para qué usarlas, cómo aplicarlas. Puedes manejar perfectamente la tabla de riesgos, pero no ser capaz de intuir uno o de convertirlo en una oportunidad. Eso te lo da la experiencia, y eso también es personal e intransferible (sólo puedes ayudar a otros a que desarrollen la suya)

Relacionada con esta reflexión, ha habido estos días una interesante conversación sobre la necesidad de planificar y sus efectos perversos. A mi, me han ayudado mucho, os dejo aquí unos hilos…de Yoriento, de Julen de Alorza y de sus contertulios.

Me ha gustado mucho una frase de Raizen, comentando a Yoriento: «la planificación es un pasillo para que la creatividad transite»

Provocaciones

Son la metodología y la innovación conceptos contrapuestos?
Tiene sentido pensar que necesitamos una metodología para el proceso de creación de conocimiento, o por el contrario, cualquier camino trazado de entrada, cualquier método, va a inhibir el proceso creativo?
Estamos condenados (liberados?) entonces al abismo del papel en blanco, cada vez que nos enfrentamos a la necesidad de hacer propuestas innovadoras a un cliente?
Hasta qué punto las metodologías son simples excusas psicológicas para justificar la falta de creatividad, la incapacidad de solucionar problemas aplicando exclusivamente la experiencia, la sabiduría, el compromiso?
Es necesario y eficaz pretender modelizar “el buen hacer”, las best practices en una disciplina? O por el contrario, tiene más sentido crear modelos específicos (especiales) para cada problema, proyecto y cliente concreto?
Alguien conoce algún método que favorezca la innovación?
Se puede prever el flujo de los acontecimientos en un proyecto? A qué atienden entonces los flujos metodológicos que seguimos?
Alguien ha comprobado alguna vez que un proyecto tenga éxito, sólo porque se ha seguido rigurosamente, una metodología?
Alguien ha seguido alguna, rigurosamente, alguna vez?
Alguien se ha divertido haciéndolo?

Generación Y

Hace unas semanas una amiga me explicaba los problemas a los que se enfrenta a diario para gestionar unos equipos mayoritariamente formados por jóvenes (a nuestra edad, era una barbaridad referirnos al “joven” en tercera persona, pero estábamos hablando de algo más que de edad biológica) ante los que parece no encontrar fórmulas de relación, cohesión, compromiso y otros ingredientes básicos del trabajo en grupo.

Me decía cosas así:

No puedo hablar con ellos: Cuando la comunicación es por mail, o a través de los foros virtuales que tenemos, parece que todo fluye, pero cuando me siento frente e frente con ellos, algo se interrumpe, se inhiben, les intimida la comunicación verbal!


No ambicionan nada: No reaccionan al reto de superación. No sienten que tengan nada de demostrar, ni a los demás, ni a sí mismos. A veces parece que sólo les hace moverse el salario que cobran a final de mes


No hay compromiso: A la hora de respetar un plazo o cualquier cuerdo, para nosotras, eso era sagrado!, para ellos, una declaración de intenciones.


La forma de procesar la información también es diferente. No terminan de leer textos que les obliguen a hacer rodar el ratón y no hay capacidad de abstracción ni de síntesis.

No me atrevo a definir la generación Y, a través de esta experiencia, pero tiene elementos comunes con otros relatos, que se han sucedido en varias conversaciones, con colegas “enfrentados” a la misma sensación

Este fin de semana leía un interesante artículo en Expansión y Empleo sobe “Cómo conquistar a la generación nintendo”. El resumen de portada:

“No solo provocan conflictos generacionales. Sus nuevos sistemas de crear opinión y de tomar decisiones crean un choque cultural, y han crecido cuestionando la autoridad de sus padres, por lo que al llegar a la empresa, cuestionan también la de sus jefes y empleadores.
Pero hay quien ve en la Generación Y un grupo humano con valores positivos. La generación Nintendo pone el acento en aspectos de la vida que no son los profesionales, y piensa que lo importante es una carrera profesional. Las empresas que quieran fidelizar su talento tendrán que abrirse a estas dos inquietudes.
….este grupo de jóvenes(nacidos entre 1981 y 2000) expresan de forma distinta su compromiso, pero desde luego, no lo hacen a largo plazo.
Los representantes de esta generación buscan de forma más activa la experiencia internacional, son adaptables a los cambios, impacientes, ágiles y flexibles, con una gran capacidad de transformación; y presentan una mayor tolerancia a la diferencia que facilita la diversidad”

En la misma publicación, Montserrat Ventosa complementa el artículo anterior con siete mandamientos para manejarse en “El arte de seducir a los millenials

1. Diga la verdad

2. Haga lo que dice que va a hacer

3. Procure que el trabajo que se brinda tenga sentido

4. Ofrezca responsabilidad

5. Favorezca un entorno que fomente la diversión

6. Equilibrio de la vida personal y familiar

7. Atención a la responsabilidad social:

Son valores universales, que cualquiera de nosotros, tengamos la edad que tengamos, suscribiríamos sin dudar. Quizás no somos tan diferentes a la generación-Y, quizás la mayor de las transformaciones ha sido que éstos han crecido en un entorno que les ha permitido pensar con más libertad, reivindicar sin complejos aquello que quieren, considerar el bienestar como algo incuestionable y descubrir que el sufrimiento y el sacrificio, digan lo que digan algunas sectas, no conduce a nada.

Tenemos mucho que enseñarles, pero también tenemos mucho que aprender de ellos y quizás a partir de ahí maticemos el conflico generacional. Yo estoy dispuesta a considerarme aprendiz de Millenials que aún tiene que desprender algunas cosas.