Voluntarios en red

Hace días que quiero contribuir  a la difusión de microvoluntarios . Lo he visto en distintos blogs y me parece de aquellas iniciativas conciliadoras entre lo digital y lo social. Para qué si no iba a servir tanta tecnología?.

La revolución digital, pero especialmente el acceso a Internet y la forma en que las personas estamos viviendo en ella, devuelve un poco la sensación (perdida para más de una generación) de estar en un pueblo donde todo el mundo se conoce (o puede hacerlo) y se ayuda (si quiere hacerlo).

Mi madre es de un pequeño pueblo al norte de Burgos, Incinillas. No llegarán a 50 habitantes y hasta hace muy poco la Televisión era ciencia-ficción. Allí, y en lugares similares, las destrezas se complementan, los recursos se comparten, y el trueque (de productos y servicios –qué inoportunamente capitalista suena esto-) es la base de una microsociedad donde siempre han dependido unos de otros y dónde, casi por instinto, han aprendido que juntos son más fuertes.

Yo creo que a niveles más globales es lo mismo. Seguimos dependiendo los unos de los otros, a nivel familiar, regional, nacional, planetario…Seguimos necesitándonos, por más que la exaltación del individualismo, el consumismo y el bienestar mal entendido, nos hagan pensar lo contrario.

Ahora es difícil que alguien llame a tu puerta para ofrecerte una docena de huevos frescos, pero la red vuelve a ofrecer la posibilidad de conectar necesidades y voluntariedades.

También estos días en el blog de Nacho Campos, un post titulado Tecnología móvil para el cambio social, nos muestra como la tecnología puede contribuir a mejorar las condiciones de vida en países y situaciones precarios. 

Nos habla de una ong ONG llamada Telecoms Sans Frontieres encargada de poner en marcha servicios de comunicaciones en caso de emergencia o desastre en zonas del planeta pobres y sin recursos. Me impactó leerlo.

Y para finalizar, y seguramente lo que me ha “obligado” a escribir ya este texto, una noticia ayer en LaVanguardia, sobre una iniciativa del Instituto Jane Goodall que impulsa rutas por África en las que el viajero se convierte en un reportero implicado en la conservación de la cultura y el habitat que visita.

El programa se llama Ecoviajeros:

cada ruta es un proyecto de mejora socioeconómica y ambiental en sí misma y se invita al turista a que participe en algún tipo de “misión…Queremos que asuman el proyecto y que a la vuelta cuenten lo que han aprendido a troas personas…De hecho, antes de partir, el viajero deberá seguir un curso de formación básica sobre el destino y de sensibilización sobre la importancia de preservar su riqueza natural y cultural”.

Les deseo toda la suerte del mundo a estas y otras iniciativas similares. 

Necesitamos «locos» como ellos.

Tócala otra vez Sam

Hay pocas sensaciones parecidas a la de sorprender (gratamente) a un cliente. Ellos son nuestra razón de ser, en nuestra dimensión profesional. Por ellos nos cultivamos, nos preparamos, estudiamos, leemos, pensamos, imaginamos proyectos…son el público de una puesta en escena que ensayamos y afinamos una y otra vez, hasta que nos sentimos satisfechos.
A veces, desafinamos, y otras la música suena bien, pero tocamos una pieza de jazz cuando el cliente espera escuchar una ópera. Y a veces, acertamos. Nos hemos preparado a conciencia y al cliente le suena todo a música celestial. Esos momentos, en mi opinión, no tienen precio.

Claro que luego hay que ponerle precio, y asegurar una rentabilidad, y negociar un contrato, pero eso es ya otro arte. Hoy, me quedo con la magia de un encuentro entre una necesidad y una solución, entre alguien que tiene un problema, un inquietud, un reto, y alguien que ha pensado en como ayudarle.

He compartido la experiencia con dos consultores (los dos maestros artesanos, en cuyas sonrisas y gestos he visto reflejados mis tics de consultora “industrial”) y creo, que lo que ha pasado hoy en el cliente, es el fruto del compromiso, la pasión, la honestidad, y el “gozo intelectual” con el que hemos trabajado durante semanas. Para mi, eso ya era un éxito, en el que hoy hemos incorporado (como invitado a una fiesta) al cliente.

Un verdadero placer.
Seguimos…

Profesionalizar la Pasión

Buscaba la versión digital de un artículo de Fernando Trias de Bes que leí este domingo en el País, trataba de la desmitificación del fracaso y del aprendizaje inherente a los errores.

…Pero buscando el artúculo, me he encontrado (ella me ha encontrado a mi?) esta joya, publicada en noviembre de 2007 “El mejor emprendedor es el que consigue profesionalizar su pasión”.

Sin decirlo explícitamente, hace referencia a esa voz que nos dice si vamos bien. 

Más allá del éxito o el fracaso (siempre circunstanciales y temporales), más allá de los consejos que recibamos, de lo que diga la lógica o los manuales, la mejor (quizá la única) forma de saber si hacemos lo que debemos, es nuestro estado de ánimo, nuestra voz interior, nuestras sensaciones más básicas.

“…el mejor indicador para saber si eres correspondiente con la función que estás desempeñando es lo que sientes y experimentas en tu interior. Si eres feliz y estás alegre es que estás haciendo lo que debes en el lugar y momento oportunos

Me ha llamado también la atención, su receta para identificar a un “falso emprendedor”…aquel que tiene «un motivo, pero sin motivación».

Y es verdad que cuando hay más motivación que motivos, todo encaja, los resultados llegan, todo fluye, sin obsesiones ni estridencias. A veces nos empeñamos tanto en conseguir algo (por algún motivo) que olvidamos que si, sencillamente, hiciéramos aquello que nos pide el cuerpo,  “aquello que nace del interior del ser humano”, lo tendríamos todo.