Cositas buenas

De vuelta de Madrid. Ya hace un par de días, pero he estado recolocando cosas en mi cabeza y con pocas ganas de mostrarlas. Ayer, en un bar cercano a mi casa de Barcelona, un amigo me decía que a veces soy muy absolutista con temas como la belleza, la integridad, los valores, al lealtad, la excelencia, y que así corría el riesgo de estar a merced de lo que pasa a mi alrededor, de lo que hacen los demás y del filtro exigente con que yo lo valoro todo. Me recomendaba relativizar la vida, y aprender a valorar la belleza intrínseca en las pequeñas cosas, sencillas y cotidianas.

Son consejos sabios, pero el primero de ellos me veo incapaz de seguirlo. No sé si soy capaz de relativizar la vida y no sé si quiero aprender. Me emociona la belleza (en cualquiera de sus infinitas representaciones) y me hunde en la tristeza más absoluta la miseria (“de pensamiento, obra u omisión” como dicen los cristianos). Sé que esa sensibilidad me hace frágil, pero también sé que nunca he sido capaz de pasar de puntillas por la vida, de no involucrarme hasta el cuello en todo lo que hago, de buscar magia hasta debajo de las piedras, y que mejor o peor, he aprendido con los años a aceptar el precio que se paga por tanta pasión (ingenuidad?).

De pequeñas cositas sencillas y bellas, me traigo un montón de Madrid. Allí viven y trabajan buenos amigos y he compartido con ellos unos días entrañables.

Charlé con Arwen y Eowyn en la cafetería de Lothlorien. Me pusieron al día de sus proyectos y de sus preocupaciones. Me preguntaron por algunas de las historias y personas sobre las que han leído en este blog. Me dijeron que les hace compañía, y que cuando no hay nada que ver en la televisión o nada que leer, se pasan por aquí, a ver “que cuenta hoy Odilas”. Les agradezco mucho sus comentarios y la conversación que tuvimos. Pura complicidad, respecto y admiración mútua.

Los Elfos, me recibieron eufóricos porque me habían visto en la tele, denunciando a los de Pullmantur. Yo ya me había olvidado (de la tele, de los de Pullmantur no me olvido). Sentían orgullo ajeno por el ánimo guerrillero. Ellos lo practican a diario en su cruzada particular.
Uno de ellos me explicó un proyecto interesantísimo, de esos en los que te pones a trabajar mentalmente aunque nadie te lo pida. No pierde su buen humor (el mejor antídoto ante la adversidad, dice él).

De trapitos el sábado, casi me peleo con Bibiana, la ministra de igualdad. No la reconocí cuando me recomendó que no me quedara con el vestido lila, que estaba horrible. El que me favorecía también le gustaba a ella, pero yo lo vi primero, es la ley. Y ante un modelito a buen precio, todas somos “iguales”. Le deseo mucha suerte y mucha fuerza, parecía cansada.

Gabino Diego me miraba en un restaurante mejicano, como si la famosa fuera yo (y eso que aún no llevaba el vestidito!).

Gandalf me invitó a un café Express. Volvía cansado de Berlín. Yo escuchaba atenta sus aventuras de seductor apasionado por la vida y las mujeres. A mi, me trata con el cariño de un padre amigo, y como tal me pidió por favor que no perdiera más peso y que me cuidara, y que disfrutara, y que me buscara un novio.

Boromir, mi profesor de Inglés cuando trabajé en Madrid, me conmovió con su historia personal hecha de amor, dolor y superación. Fue el primero que me dijo que el 2008 iba a ser un año convulso (global y personalmente). Su vida está a punto de cambiar radicalmente, lo intuye, no sabe cómo, pero lo sabe y no tiene miedo.

En un bunch pasado por agua compartí horas deliciosas con Bilbo y su amada. Hicimos pedazos la profesión de la consultoría..su historia, su evolución, su futuro incierto. Bilbo me recordaba aquello de la fuerza de la fragilidad. Es entusiasta, idealista, comprometido. Se niega a que lo procesen. Se niega a chapucear. Se niega a converger con el status quo. Se siente sólo. Pero en el fondo, se siente bien. Sabe que le pueden traicionar todos, pero que él no se fallará a si mismo.
Aragorn no se presentó a la cita. Le esperábamos, pero una resaca eurovisiva le impidió venir. Por suerte, le había pescado durante la semana en otro café expres.

Mi anfitriona, hizo que toda la estancia fuera cómoda e intensa, repleta de cositas buenas, esas sencillas y cotidianas que hacen que la vida valga.

A vueltas con la vida

De nuevo de viaje, camino de la defensa de una oferta, de nuevo un proyecto de Administración Electrónica, de nuevo en un avión “cerquita de cielo” como dice un bolero, y de nuevo, escribiendo lo que no toca.

Hoy nos jugamos un proyecto, y como siempre uno quiere hacerlo lo mejor posible, pero hoy no es un día normal, hoy es un día raro, peligroso,  porque hoy es de esos día que todo me importa un carajo.

Cuando digo todo, me refiero a ese todo por lo que la mayoría de los mortales nos preocupamos en exceso todos los días, sin ser conscientes de que mañana podemos no estar aquí. Sí, uno no se levanta todas las mañanas pensando que ese día puede ser el último y que vale la pena celebrar y saborear la vida. Más bien solemos vivir atrapados en preocupaciones banales, olvidando que la vida se nos acaba desde el día que empieza y que esa deliciosa y terrible fugacidad que es nuestra existencia, es lo que le da sentido al tiempo, al relato vital, al camino que hacemos y a cómo y con quien lo hacemos…y a tantas cosas.

Ayer, a una amiga mía (y de muchos, porque es adorable) le corrigieron un diagnóstico que durante muchos días le ha obligado a enfrentarse a sus miedos, a sus reservas, a sus límites, a su fragilidad y a su vida como algo que puede terminar “antes de lo esperado”.

Mi amiga a pesar de su juventud, ha vivido más de lo que muchos lo hacen en toda una larga vida. Ha sufrido y ha aprendido, ha pasado por situaciones que a muchos nos hubieran dejado tirados en la cuneta y ella ha conseguido extraer de cada experiencia un aprendizaje que la convierte en una de las personas más sabias que conozco. Ella es pura luz y los que la conocen saben de qué hablo.

Cuando hace unos días me comunicaba que le habían diagnosticado un cáncer, sentí mucha rabia, porque a veces parece que la vida se ensañe siempre con los mismos. Pero enseguida pensé en quien es ella, y me invadió una sensación de seguridad, de calma. Ella saldrá de esto. Seguro. Y además, aún más sabia. Vamos a tener que mirarla con gafas de sol.

Estoy instalada en su casa de Madrid, ella volvía ayer de su ciudad de origen. Sus amigos la esperábamos, asustados, preocupados. Yo me había preparado mentalmente para compartir con ella, el miedo y la esperanza, la logística del día a día, conversaciones difíciles…lo que fuera. Incapaz e impotente pensé al final valdría, por lo menos, el profundo cariño que siento por ella.

Pero ayer, la última prueba, contradijo los primeros análisis y aunque será un proceso complicado, nada tan agresivo y arrasador como la primera opción. La recibimos en eufóricos, como si a todos nos hubieran enchufado de nuevo a la vida, aunque sabemos que es tan sólo un ilusión óptica, que estamos de paso y que no sabemos durante cuanto tiempo.

Yo no bebo, pero anoche levanté muchos vasos de vino en su honor y por la vida, por ella y por todos los que allí estábamos, y brindé, secretamente por ese tipo de experiencias que, aunque duras, abren una brecha de conciencia en estas vidas un poco irracionales que llevamos.

Los que sólo la hemos acompañado, nos llevamos una lección, un susto, y la confirmación de que la necesitamos a nuestro lado. Ella se lleva una “muesca más en su revolver” como decía uno de sus amigos. Una experiencia que la hará aún más fuerte, más humilde y más humana.

Creo que la muerte es una gran oportunidad para entender la vida, el problema es que si tenemos suerte, nos llega demasiado tarde

Un beso Madame.

Motivar a un funcionario

En el avión, de vuelta de la reunión de kickoff de un proyecto para definir un plan estratégico de adecuación a la Ley de Administración electrónica.

Debería hacer el acta, pero hay reflexiones que no “aguantan” ese formato, así que empezaré por ordenar y compartir ideas y luego ya paso a los formalismos.

A estas alturas todos tenemos claro que la aplicación de la LAE trasciende a cuestiones puramente tecnológicas y que su éxito radica en un profundo cambio cultural que afecta al diseño tanto de procedimientos, como de modelos organizativos y sobretodo, a un cambio de actitud de toda la cadena de profesionales involucrada en los servicios públicos al ciudadano.

La reunión oficial ha durado un par de horas. Las charlas informales otras dos. Tan provechosas unas como las otras.

“Estamos muy lejos de esa situación”. Me reconocía uno de los asistentes a la reunión. Tú hablas de movilizar a toda una organización, de gestión del cambio, de compromiso, de cohesión al proyecto común para transformar la administración, pero los funcionarios no quieren transformar nada. Ellos ya están bien como están.

Y yo les decía en un ejercicio metodológico de catalogar los factores críticos de éxito y la tabla de riesgos…etc, que el liderazgo político es imprescindible, que el liderazgo ejecutivo también, pero que sólo el ejército de hombres y mujeres que operan día a día con los procedimientos, la atención al ciudadano, las herramientas y las normativas, son los que van a conseguir que esto salga adelante. Si no, sencillamente, digitalizaremos la desidia.

Me miraban escépticos, recordaban experiencias pasadas donde no se consiguió el entusiasmo y el compromiso necesario, yo recordaba las palabras de Miquel.

Pero como me decía Pere esta tarde, “igual que podemos decir que cualquier persona tiene un precio, también cualquiera de nosotros tiene un resorte que activa la motivación. Hay que encontrarlo”

Y eso intentábamos por la mañana. Uno de ellos comentaba: “mira, no hay herramientas de motivación por la retribución –no depende del rendimiento-, ni por el prestigio –no es moneda de cambio en este entorno-, ni por la promoción…”. Ya, pero “no les mueve la pura satisfacción por el trabajo bien hecho?, no disfrutan sirviendo al ciudadano?». Me han mirado como preguntándose de qué planeta vengo.

Me he sentido un poco estúpida, pero es que no me lo creo. No me creo que las personas decidan la desidia a la pasión, no me creo que tantas personas estén dispuestas a PERDER 6,7,8 horas al día sin sentir nada más que el paso de tiempo. No soy estúpida (del todo) y esto ocurre y lo he visto también en empresas privadas, sobretodo en grandes corporaciones. Lo que no me creo es que no haya remedio.

Al contrario, creo que las personas necesitan darle sentido a lo que hacen y que están esperando que alguien o algo les de la oportunidad de hacerlo. Las personas que se comportan de forma apática en el entorno laboral son las mismas que en otros contextos se apasionan tocando un instrumento musical o subiendo montañas. Son personas con inquietudes intelectuales (al menos las necesarias para haber cursado una carrera) y con el coraje y la determinación suficientes como para “sacarse” unas oposiciones.

Y es que en realidad la desidia y la falta de motivación no es un mal genético de los funcionarios, ni un virus diseminado por los conductos de aire de los grandes mausoleos corporativos. Creo más bien que estas actitudes son reacciones a un entorno frustrante, a la falta de líderes y a tareas poco estimulantes del talento y el potencial que todos tenemos.

Se me ocurren algunas (poco fundadas científicamente):

. Si se compartimenta demasiado un procedimiento, es difícil sentir vocación por el servicio que estamos ofreciendo y por la satisfacción del receptor de esos servicios. Si una persona o un departamento se encarga sólo de un eslabón de la cadena de una solución factorizada, cual será el objeto de su pasión?. Hoy he revisado 10 firmas más que ayer?. Sería mejor si pudiera orientarse a un servicio completo, de principio a fin, y que la satisfacción de su cliente, dependiera de su actuación y de su profesionalidad.

Leí una vez en el libro de Tom Peters “Organizaciones en Tiempos de Caos” que en un hospital estadounidense cambiaron radicalmente el sistema de atención a enfermos. Con el antiguo cada paciente era atendido por 10 o 15 personas al día que hacían pequeñas revisiones y tareas (todas rutinarias y sin valor de servicio real). Cambiaron por un sistema donde cada paciente era atendido por una pareja de enfermeros “asignados al cliente”.Ellos se encargaban de todo, de forma integral para ese paciente. La experiencia, cuenta, fue muy gratificante tanto para empleados como para los enfermos, que establecían una relación más personal con sus asistentes. ¿Se puede hacer lo mismo en la Administración Pública?


. Otra causa es que si nadie te mide, es difícil mejorar, implicarse, superarse. La mirada de uno sobre sí mismo, no es suficiente. Si mi trabajo tuviera el mismo resultado independientemente del esfuerzo dedicado, si nadie se enterara de si trabajo bien o mal, seguramente, más pronto que tarde a mi también me daría igual. No hablamos de fomentar la competitividad salvaje ni de someter a presiones irracionales a nadie. Hablamos de valorar el rendimiento, la calidad, o los resultados como medida de motivación.

. Faltan líderes, por todas partes. Personas fuerza, capaces de ilusionar y sacar lo mejor de los que les rodean. Hay gestores, managers, directivos, ejecutivos, responsables…blablabla, pero vamos escasos de líderes.

. Falta El Proyecto. En mayúsculas. La misión, el proyecto común, la idea que cohesiona, el slogan. No sirven frases como “La administración pública debe mejorar su relación con el ciudadano”, eso es muy vago, abstracto. Es difícil identificarse a nivel personal, local. Cada equipo, cada organización, debería crear un Proyecto ilusionante, creíble, concreto, medible y viable….y luego explicarlo bien.

Es verdad que en todas las organizaciones públicas y privadas hay personas que hacen “que las cosas pasen”, por aquí hay muchos grandes ejemplos, pero como colectivo general, debemos encontrar los resortes movilizadores. Las personas no se motivan porque se lo pidas, ni porque se lo exijas, incluso (mucho menos) porque les obligues. Aún en el caso en que “obedezcan”, puedes olvidarte de niveles de excelencia y de aportación de valor real. Y nadie va a “comprar” un proyecto porque le presentes un fantástico Powerpoint (ni siquiera un Keynotes), y nadie va a mover un dedo si no entiende por qué y si no obtiene una recompensa (de cualquier tipo) a cambio.

La movilización profesional (factor crítico de éxito de los modelos de Open Government) requiere sensibilidad, liderazgo y darle un par de vueltas, o doscientas, a qué esperan y necesitan las personas y a cómo es el entorno que se lo está impidiendo.