Pasión por Mayte

Esta semana me han pasado muchas cosas, entre ellas, perderme el concierto que Mayte Martín dio en el Palau de la Música Catalana el pasado jueves.

Todos tenemos nuestras bandas sonoras sentimentales y el flamenco, pero sobretodo los boleros de Mayte Martín, han sido para mi un refugio del alma. Con ella he llorado, he bailado, me he enamorado, me he resucitado…tantas veces.

Es una cataora atípica, lejos de los estereotipos de sus compañeros de género musical. Es sobria, pero cálida. Se atreve con la desnudez, de accesorios, de elementos superfluos, se atreve con la desnudez de su alma que nos entrega en cada actuación. Grave, sutil, melancólica, apasionada. A veces, viéndola en el escenario he pensado que no se entrega exactamente a su público (su público sí que se entrega a ella) sino a la música. La estrella no es ella, cede el protagonismo a su voz y la interpretación de la poesía que canta.

Hace unos días, leía una entrevista que le hacían en un café de Barcelona: Reivindica los silencios (sonreí al leerlo) y reconoce tener que enamorarse “para colaborar con un artista, para musicar poemas, para hacer las cosas”. Es honesta “nunca haría nada que no haga bien y que no me apetezca en ese momento”. “Una discográfica no te puede imponer cantar con Fulanito porque así venderás más”.

A golpe de pasión y de lealtad a sí misma, Mayte, ha creado escuela y se ha ganado el respeto en un mundo “sobrado de prejuicios como el flamenco, donde suelen gozar de un extra los gitanos, los hombres y los andaluces”.

…A mí, me tiene ganado el corazón hace muchos años.

Sclipo

Esta semana en la 13a sesió web del Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya se habló de «La transformació de l’aprenentatge en línia a través de la xarxa social i el vídeo».

Gregor Gimmy un tío tan refrescante como el nombre del producto que nos presento (Sclipo), nos deleitó con una ponencia, divertida y didáctica sobre «The future of education» y de cómo la plataforma Sclipo, de la que es creador, va a posicionarse en el mercado como el primer producto de «Social learning».

Para él, los retos actuales de la formación son:
  • Poder aprender de los mejores estén donde estén
  • Saber qué y quien es el mejor (ahora es difícil disponer de datos transparentes sobre la calidad de los contenidos y de un profesor en cuestión).
  • Reducir costes de evaluación
  • Facilitar el aprendizaje de cualquier tipo de contenidos (Long tail de contenidos). Los contenidos minoritarios no reciben ni inversión, ni difusión ni facilidad de acceso
  • Guardar y encontrar contenidos e interacciones audiovisuales
Desde luego hay más retos, pero lo que nos acabó demostrando es que Sclipo responde a estas demandas.

Un espacio que combina las ventajas tradicionales del e-learning con la emergente potencia de las redes sociales para poner a disposición del usuario experiencias de aprendizaje basadas en el intercambio de habilidades y que van desde asistir a una clase particular por videoconferencia, participar en una conferencia grupal, aportar y acceder a contenidos didácticos audiovisuales, valorar públicamente la calidad de materiales y docentes y recuperar de forma fácil las experiencias formativas y sus interacciones ya que estas han sido grabadas, y son fácilmente referenciables.

Tienen funcionalidades pendientes de incorporar al software (foros, conexión a muddle, creación de grupos…), pero si el equipo de sclipo tiene la misma energía y pasión que Gregor nos regaló, estoy segura de que pronto serán un producto de referencia en eso que él llamaba el Social Learning.

Luego están los hombres y las circunstancias

«Un himalayista asume que la autonomía en altura es su único nexo de unión con la vida. Ser autónomo para tomar decisiones, para superar los retos técnicos, para acertar con la estrategia, para retirarse por sus propios medios sin comprometer a nadie. Si todo va bien, uno sufrirá escalando una montaña de 8.000 metros; después peleará para bajar y contarlo. Pero si algo altera el guión, si algún factor inesperado convierte al escalador autosuficiente en sujeto dependiente, su vida valdrá bien poco. O lo que otros estén dispuestos a arriesgar para socorrerle. 

En la frontera de los 8.000, donde los helicópteros no vuelan y el hecho de pensar con serenidad es un triunfo, ninguna vida vale más que la propia. No existe el derecho legítimo de pedir ayuda. Es un pacto no escrito: primero, mi vida; después, ya se verá. Luego están los hombres y las circunstancias.

Catorce alpinistas de diferentes culturas, nacionalidades y posibilidades se unieron en el Annapurna (cima de 8.091 metros en el Himalaya) entre el lunes 19 y el domingo 23 de mayo para realizar el rescate imposible de Iñaki Ochoa de Olza. Para hacerlo, todos prescindieron al unísono de cualquier análisis frío y pragmático, de su experiencia, de su saber, de la razón. Todos tiraron de corazón. Un alpinista no tiene por qué ser una persona valiente. La valentía no se mide en términos relativos. No tiene más arrestos el que se lanza montaña arriba que el que conduce a sus hijos, trajeado, a la escuela. Pero, aun sabiendo todo esto, lo que sucedió esos días en el Annapurna, la mezcla de voluntades desprendidas de todo ego, prudencia o egoísmo, merece un calificativo… difícil de cazar. Jorge Nagore, uno de los íntimos de Iñaki, dijo a este diario que lo vivido se correspondía con «la grandeza absoluta». ¿Existe otra forma de expresarlo? «

Este reportaje publicado en El País el pasado domingo 1 de junio, me emocionó. Os recomiendo su lectura completa que recoge paso a paso la odisea de un grupo de hombres escribiendo la historia de sus vidas con coraje y honor. 

«El calvario de Horia duró cuatro días. Con toda la información en su poder, debería haber renunciado a todo lo que no fuese salvar su vida. Pese a ello, se quedó junto a Iñaki, uniéndose a su destino, incapaz de desprenderse de la persona que amenazaba su vida. Si no cedió fue sencillamente porque, para una persona de sus principios, quedarse era más sencillo que hui.

Yo no creo que quedarse fuera más sencillo que huir. Los seres humanos tenemos una capacidad extraordinaria para autoengañarnos y construirnos una conciencia a la medida de nuestras debilidades y nuestros miedos. Horia, decidió no hacerlo y estaba dispuesto a pagar cualquier precio por esa decisión.

Al final, «Todos entendieron que el rescate soñado de Iñaki había chocado, definitivamente, con la realidad. La esperanza, tan irracional como bella, fue la única luz en el camino de Iñaki a ninguna parte«.

La esperanza «tan irracional como bella» en la grandeza del ser humano, se nutre todos los días de historias como esta.

Dos lágrimas y una sonrisa por Iñaki.