Un artista camuflado

Voy en el metro, ensimismada en mis pensamientos. Detrás de mi alguien toca la guitarra y canta, pero no le escucho, apenas presto atención a una más de las muchas personas que intentan ganarse unos duros recurriendo a la caridad a cambio de ofrecer algún producto o mostrando alguna habilidad. De tanto verlos y oírlos se vuelven transparentes, forman parte del mobiliario urbano, una pieza más mimetizada, de la gran ciudad.

De repente, sus gritos me sobresaltan:

 Eeeeh, un aplauso no?, soy un artista, necesito aplausos!!

Lo dijo con tanta gracia que todo el vagón estalló en una gran ovación. Aquello rompe el ambiente amodorrado de pasajeros autistas y el tío consigue dar un concierto de verdad. Era un artista.

Esta vez le escucho (ya era imposible no hacerlo), la gente sigue el ritmo con la cabeza, sonríen, en el estribillo tararean (yo no me conocía la canción) y suenan algunas palmas.

No es mi estilo, pero suena bien, sonrío, me relajo y disfruto de un momento casi surrealista.

Toca varias canciones mientras yo me acerco a mi destino. Busco en el bolso dinero para agradecerle el momento. Esto no es caridad, le hubiera pagado por un concierto de diez minutos (creo que todo el vagón hubiera estado dispuesto a hacerlo), pero cuando me giro para buscarle, veo que enfunda su guitarra y se sienta a seguir charlando con sus amigos.

Por un momento me siento estúpida. Él no quiere mi caridad, no pedía dinero. Él sólo quería hacer aquello que le gustaba y hacer disfrutar a otros con ello. Desconozco cómo se gana la vida, pero entonces pienso que haga lo que haga, si lo hace con la misma actitud, nunca le faltará de nada. Pienso que este hombre entiende aquello de profesionalizar la pasión.

Él baja en la misma parada que yo, me lo tropiezo bajando del vagón. Me giro y le doy las gracias. Él me devuelve una sonrisa impagable.

Europa, grande, libre y pura

«Uno de los mayores peligros de nuestro tiempo es el contagio, al que estamos expuestos más que nunca –en seguida sabemos lo que ocurre en cualquier parte del mundo y podemos copiarlo–, y en unas sociedades en las que, además, nadie tiene el menor reparo en incurrir en el mimetismo. Y a nadie, desde luego, le compensa ser original e imaginativo, porque resulta muy costoso ir contracorriente. Es el nuestro un tiempo pesado y totalitario y abrumador, al que cada vez se hace más difícil oponer resistencia. Y así, las llamadas “tendencias” se convierten a menudo en tiranías» 

Así empieza un artículo de Javier Marías, publicado en El País hace unos días,  en el que muestra su asco a la reciente Directiva de retorno de inmigrantes aprobada el pasado 19 de junio en el Parlamento Europeo.

Suscribo el mensaje del artículo, y de los muchos que se han escrito en contra de la aplicación de estas medidas. El de Marías es violento y radical, acorde con mi desconcierto y mi rabia.

Si lo de las 65 horas, nos parecía un retroceso de los derechos de los trabajadores y de los avances sociales en nuestro progresista continente, la directiva de inmigración, me parece un atentado contra los derechos humanos más fundamentales y su aprobación en el parlamento una prueba de que los principios ideologicos de los partidos, son a veces víctima de la instrumentalización política o simplemente estrujados detrás de actitudes acomplejadas y cínicas.

Pero más allá de las consideraciones humanitarias del asunto, me preocupa sus implicaciones geopolíticas. Cómo va a afectar estas acciones a las relaciones internacionales entre países involucrados a ambos lados del conflicto y cómo vamos a conseguir la tan necesaria integración cultural, religiosa y económica de todos los habitanates de este planeta (que extraño y estúpido me suena ahora aquello de la Alianza de Civilizaciones ) para resolver juntos retos tan vitales como el cambio climático, la crisis alimenticia o la recuperación de países subdesarrollados?

Separados, aislados, falsamente protegidos en nuestro bunker de confort, somos más débiles que juntos. A estas alturas ya deberíamos haberlo aprendido.

Pero “África se fue de la cumbre del G-8 con las manos vacías”, promesas incumplidas, acuerdos vagos, papel mojado falto de compromiso y responsabilidad. “África tendrá que seguir apanándoselas como pueda”, pero a Europa, que ni se acerquen.

A mi todo esto me parece una bomba que algún día nos estallará en nuestras blancas y limpias manos.

Talento en red

Dos amigos se lanzan a bloguear.  Tienen en común, desde mi perspectiva, que los conocí en la vida no virtual y que un buen día, me los encuentro en uno de estos espacios que compartimos los adictos a la red. La sensación es impactante, casi tanto como cuando –en sentido contrario- desvirtualizas a alguien con quien después de compartir muchas reflexiones, finalmente conoces personalmente.

Ginés Alarcón, promete deleitarnos con su rica expresión, sobre música, cine, televisión, libros, Internet…y cualquier cosa que le apasione. Su blog Torpedone Capri, tiene sabor a jamón, roquefort, piña y caviar, pero deja ya, en las semanas que lleva, un agradable gusto a frescura, honradez y energía vital.

A Maria Elena, hace tiempo que la veo “pensar en post”, como ella dice. Para mi ha sido un privilegio compartir con ella todo su conocimiento, fruto de años de experiencia, sobre el funcionamiento de las organizaciones, la formación y en general el desarrollo personal-profesional. Me alegro de que haya decidido compartirlo con todos los que la quieran seguir (seguro que muchos) en su espacio: El Blog de Maria Elena, sobre Sistemas Formación y Cambio 

Ánimo, suerte y que disfrutéis!.