Viajes con Heródoto

memoriaViajes con Heródoto es un libro de Ryszard Kapuscinski, un sabio. Lo intenté leer hace unos meses, cuando Pere, que me sabe,lo puso en mis manos. Lo dejé a medias, no lo comprendía.

Pero los libros acaban acudiendo a ti cuando realmente tienen algo que contarte, y los viajes de Heródoto, me han encontrado ahora, y yo agradecida a Kapuscinski y a Pere.

El autor nos hace viajar con él a través de sus peripecias de reportero principiante por países como la India, China, Oriente próximo, África…pero son dos tiempos (dos viajes) en uno, porque entre el equipaje, el periodista lleva un libro “La Historia” de Herodoto “el primer globalista”, el padre de la historia, el primero que se reveló contra la pérdida de memoria colectiva de una civilización.

En el libro se suceden episodios contemporáneos de Kapuscinski, con los que hizo Herodoto 2500 años antes. La contraportada lo explica perfecto “magníficas historias no fictícias –grandes y pequeñas, trágicas y divertidas- en las que los soldados de Salamina conviven con un niño sin zapatos en la Varsovia de 1942, los defensores de las Termópilas de Leónidas con los pescadores del Bodrum-Halicarnaso del año 2003, Jerjes con Dostoievski, Creso con Louis Amstrong, etc. Y, sobretodo el maestro Heródoto con su discípulo Kapuscinski

Hay muchas formas de viajar, físicamente pero también con la imaginación o a través de la memoria (la colectiva y la propia) y sobre la memoria, me encuentro con algo en el libro que viene a consolarme una obsesión permanente:

Heródoto confiesa su obsesión por el tema de la memoria: es consciente de que la memoria es defectuosa, frágil, efímera, ilusoria. De que todo lo que guarda en su interior puede esfumarse, desaparecer sin dejar rastro. Toda su generación, todas las perronas que habitan el mundo de entonces viven embargadas por el mismo temor…..El hombre contemporáneo no se preocupa por su memoria individual porque vive rodeado de memoria almacenada. Lo tiene todo al alcance de la mano: Bibliotecas y museos, anticuarios y archivos. Cintas de audio y de video. Internet”.

Por lo que mi respecta, la grabación de datos no desactiva la angustia por la memoria, por retener, por revivir, por ser capaz de disponer de todos los matices que forman el puzle de una vida, piezas necesarias para retirarse y entender el dibujo que forman.

Pero Heródoto, tan buen compañero de Kapuscinski, como de mis tardes de verano, sufrió quizás la misma necesidad de explicar el mundo y a los hombres y con ello hizo nacer el reportaje, un puente entre a experiencia individual y la memora colectiva.

Él y tantos otros que escriben, que fotografían, que pintan… que pretenden detener el agua de la memoria entre sus dedos, son estos días entre las páginas de este libro, compañeros cómplices del viaje fascinante que es la vida.

Proyecto Dean

palmerasLa tormenta tropical Dolly, que esta semana causaba estragos en la península del Yucatán y en los estados bañados por el Golfo de México, me ha transportado a una experiencia inolvidable que viví hace ahora casi un año.

Pasaba unos días en la Rivera Maya, cuando al subir a una embarcación, el guía nos dijo, como quien comenta el tiempo en un ascensor, que se acercaba un huracán.
Me lo tomé con la misma calma con que él lo anunciaba y me concentré en preparar el equipo y en conocer a los compañeros de inmersión.

Al volver al hotel, tuve la sensación de disponer de una información secreta. Nadie parecía conocer el avance de la tormenta y si lo hacían, aquello no tenía ningún efecto sobre los turistas abandonados a un “todo incluido” delicioso ni sobre el personal del fastuoso complejo, que seguían “tranquilos” sus quehaceres diarios.

Tres días más tarde el huracán Dean impactó con fuerza 5 sobre nosotros, pero en aquel momento, la calma y la ligereza caribeña dominaba el ambiente.

Me enganché a la CNN y pude hablar con empleados del hotel con los que la complicidad ganada después de una semana allí, permitía cierto grado de confianza para hablar sobre los preparativos del proyecto que en esos momentos empezaba.

Para cuando mi familia y amigos empezaron a llamar angustiados por las imágenes que se retransmitían en España, yo ya estaba enrolada en la vorágine de estudiar cada paso que se daba en el hotel para prepararnos para el impacto. Todos los datos del mundo no hubieran bastado para tranquilizar a aquellos que nos quieren y temen que algo pueda pasarnos.
“Están evacuando a turistas [el gobierno canadiense se llevaba a sus ciudadanos en esos momentos], coge un avión y sal de allí enseguida”, fue el consejo razonable de mi padre. Pero faltaban menos de 48 horas para que llegaran las primeras lluvias y a mi me parecía que en aquellos momentos el aeropuerto de Cancún era un lugar más peligroso que aquel hotel donde un personal perfectamente entrenado se movía con sigilo, determinación y serenidad ante una crisis que viven varias veces al año.

Bastaba observar un poco para intuir la impecable organización que les guiaba y desde el principio me inspiraron seguridad y curiosidad, así que me quedé, fascinada y tranquila, dispuesta a ayudar y a aprender.

Las salas de convenciones del complejo se convirtieron en centros de operaciones donde cada cuatro horas habían reuniones que podías comprender al ver las pizarras que dejaban escritas. En la piscina, en la playa, en los restaurantes…, de repente veías a alguien que levantaba un brazo y en cuestión de segundos era rodeado de una veintena de personas que recibían instrucciones y se disolvían a paso ligero. Poco a poco se fueron cerrando espacios del hotel y la masa de huéspedes era conducida, casi de forma imperceptible a seguir con las actividades habituales del hotel en lugares que tenían una prioridad menor en el calendario del proyecto. Mientras los animadores seguían haciendo clases de merengue en la piscina, los camareros se encaramaban a decenas de escaleras para descolgar luces, cuadros, ventiladores o cualquier elemento que pudiera convertirse en un proyectil con vientos de 200km x hora.
Obsesionados por la seguridad, pero igual de centrados en seguir ofreciendo el mismo nivel de servicio a los clientes, con la mejor de sus sonrisas, hasta en cosas que podrían parecer superfluas en tales circunstancias. Pensé en aquella imagen del Titanic hundiéndose mientras los violinistas seguían tocando música hasta el final.
En recepción había mucha presión. Nuestro hotel era un bunker y acogía a turistas trasladados de otros complejos cercanos que no eran tan seguros. Así que en dos días se gestionaron un 40% de entradas hasta llenar todo el hotel.

La noche del impacto, la cena se adelantó y se concentró de 19h a 21h. Dar de cenar a 1800 personas en dos horas requirió la presencia de todo el personal en los restaurantes: actores, bailarines, animadores, profesores de submarinismo, personal de seguridad, limpieza…todos estaban allí, les reconocía, a pesar de sus delantales y gorritos. A las 21h, todos teníamos que estar encerrados en nuestras habitaciones protegidas con persianas anticiclónicas, donde al entrar encontraríamos una bolsa con comida y bebida para tres días. Durante la cena yo me preguntaba quien estaría preparando en esos momentos, los paquetes de comida que encontraríamos en la habitación en breve. Todo el personal estaba allí corriendo de un lado a otro, casi sin poder disimular la preocupación por las consecuencias de un retraso en el plan.

Cuando todo pasó, pedí poder hablar con el “jefe de proyecto” de todo aquello. El director del hotel, me explicaba en su despacho horas más tarde, sorprendido por mi actitud de alumna entregada, que las bolsas de comida, se preparaban en las salas de convenciones, mientras nosotros cenábamos, por el personal administrativo (150 personas de las 800 empleadas en total en aquella organización). Claro!, el personal administrativo, al que nunca vimos antes.

El huracán entró a la 1h. De la madrugada, fue rápido, y a su paso dejó un panorama desolador, ninguna víctima entre los turistas, algunas entre la población que no disponía de semejante infraestructura, a pesar de que Mexico, dispone de uno de los dispositivos más eficientes del mundo en gestión de huracanes.

Al frente del Barceló Maya Beach Colonial, está un líder serio pero accesible. Conversar con él fue un gesto más de la generosidad que aquel hombre me transmitió durante una larga conversación. Me explicó mil detalles de un protocolo que yo obviamente desconocía, y respondió apasionadamente a mis dudas.

Lo primero que hacen ante la inminencia de una situación así, es invitar al personal a irse a cuidar de sus familias, si éstas están en una situación precaria. Sin ningún coste laboral ni económico para el empleado. “No pueden cuidar de ustedes si están preocupados por sus propias familias, y además no es humano”.

Tienen un plan meticulosamente trazado y que se perfecciona cada año, pero una vez activado, analizan “in situ” cada dos horas el avance del huracán y replanifican sobre la marcha. Un eficaz sistema piramidal de comunicación permite que en cuestión de minutos, todo el personal esté informado de los ajustes en la planificación.

Lo de la “música hasta el final” no es sólo una cuestión de excelencia de servicio. Tener a la gente entretenida es una cuestión de seguridad. (no venía a cuento explicarlo aquí, pero vi algún altercado de personas que perdían los nervios, convencidas de que iban a morir)

Viven para sus huéspedes(convertidos formalmente en refugiados mientras dura el estado de excepción –me comentó-), pero no olvidan que a pocos metros, en medio de la selva, la sociedad a la que pertenecen ha sido azotada dramáticamente y mientras reconstruyen el hotel, una dotación de “sus chicos” reparte en los pueblos cercanos, los excesos de previsión que los turistas no hemos necesitado.

Esas y algunas otras claves (mil detalles que guardo escritos en alguna libreta escondida en una caja de cartón) permiten manejar con rigor, disciplina y sentido de la responsabilidad uno de los proyectos más complejos que he presenciado.

Aquel hombre, que tiene a su cargo una plantilla de la magnitud de muchas grandes compañías, se emocionó varias veces al relatarme su historia, como si fuera la primera vez que la vivía, sin perder la humanidad y la sensibilidad que hace de un líder alguien capaz de manejar una situación como aquella.

No hace falta llegar tan lejos en aquello del turismo experiencial, pero para mi, aquel viaje se convirtió en una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Y aquel hombre y aquellos profesionales en los receptores de un respeto y admiración que espero no olvidar.

Un día especial

Ha sido un día especial. Todos lo son, pero hay días que los vives como un regalo. Y yo hoy, después de llevar unos cuantos concentrada en un proyecto, me he regalado el día.


Conversaciones pendientes, citas al sol, comida con sobremesa, rebajas (que ya van por las segundas!), recuperar pasiones y desbloquear dolores por los que sufren a mi alrededor y sobre los que el estrés laboral a veces hace de anestesia.
Hay cierto aislamiento del mundo cuando nos lanzamos obsesivos sobre una tarea concreta. Hoy he tenido la sensación de re-conectar con el mundo.

La conversación con Nicolás, un profesor convertido en maestro, daría para escribir durante horas. Un respetuoso pudor intelectual, que creo haber comprendido de sus palabras, me impide hacerlo de forma explícita, pero seguro que las reflexiones que hemos compartido aparecen por aquí, de una forma u otra, cuando hagan su camino, cuando sin darme cuenta, florezca lo que hoy, como ya hizo hace muchos años, él ha sembrado en mi. En realidad, todos lo hacemos con todos, nadie dispone de conocimiento propietario, lo relacionamos, lo interpretamos, lo enriquecemos, lo matizamos, lo conectamos, pero ninguna idea, es sólo nuestra, ninguna evolución es individual, ninguna conclusión certera lo es sin ser contrastada con el otro.

Por eso, cuando me ha preguntado si trabajo sola, refiriéndose a la imagen que yo había sugerido, en casa sola físicamente frente a un ordenador, le he contestado que no. Que no trabajo sola.
Sería imposible hacerlo!  Wagensberg, al quien siempre recurro cuando me cuesta expresar algo con la belleza sintética con que él lo hace, lo explica perfectamente en «El Gozo Intelectual«:

«Cada una de las tres fases de la adquisición de nuevo conocimiento tiene sus escenarios, métodos y circunstancias idóneos. No todo vale. Los mejores estímulos proceden de los objetos y fenómenos reales. Las mejores conversaciones ocurren con otras personas que no ignoran lo mismo y que aceptan la regla elemental de escuchar antes de hablar y de hablar después de escuchar. Y las mejores comprensiones e intuiciones se descuelgan de la más radical de las soledades.»

En sus aforismos, ya podíamos intuir lo que luego desarrolla en el ensayo:

«Una mente construye por conversación consigo misma.
Una mente descubre por conversación con el resto del mundo»

Conversar con ese mundo, me permite descubrir, agradecida y humildemente, los pequeños atisbos de conocimiento que luego se convierten en ideas y proyectos con los que aportar valor a clientes y colaboradores. 

Soy incapaz de hacerlo sola y a veces busco compañeros de viaje en cualquier lugar, más allá de la configuración o la ausencia de un equipo formal: un familiar, un amigo, un taxista, un artista camuflado, una camarera, una agente inmobiliaria, un cliente reciclado en amigo, un amor consumido, una pasión incipiente, un libro, una canción. Todo vale. Si?. Todo suma. Sí.

Nada es realmente mío. Pero lo uso (procuro con respeto). Y lo devuelvo (nunca suficiente). Y lo agradezco (siempre). Escribir esto es una forma de hacerlo, por si los gestos explícitos no llegan.

No, no trabajo sola. Y me gusta pensar que mi equipo es todo eso que hay justo detrás de la ventana que tengo delante.