Hace un par de semanas empecé un proyecto que debe servir para que una organización mejore la gestión de sus intangibles, es decir, el conocimiento que reside y se intercambia entre las personas que allí trabajan y con las que interactuan del exterior.
Es un proyecto de Gestión del Conocimiento, pero dada la ambigüedad de esa definición, decidimos empezar por una fase de Conceptualización. Definamos primero el proyecto. Luego ya veremos quien puede desarrollarlo, en cuanto tiempo, con cuantos recursos…etc.
Es difícil sistematizar esta actividad, porque no sabemos qué forma tendrá el proyecto. En realidad es mejor no saberlo y aceptar el abismo. No puedes aferrarte a lo que conoces. No puedes dejarte confundir por esquemas preconcebidos, por nombres quizás mal empleados, por experiencias propias o ajenas.
Hay que dibujar un mapa conceptual y el lienzo ha de ser lo más impoluto, posible.
De todo lo que hago, es lo que me produce más angustia, y a la vez, más satisfacción.
Preparé una metodología, para presentar la oferta, pero a estas alturas, mi interlocutora en el cliente, inteligente ella («gracias a dios»), ya ha debido comprender que en realidad, no hay método que nos asista en este trance.
Definimos en su momento tiempos y pautas, para Analizar la Situación actual (iniciativas, previas, proyectos relacionados en marcha, procesos y plataformas existentes, agentes clave, benchmarking), Definir un modelo (objetivos, enfoque, gap Actual – Deseado, indicadores de éxito) y Redacción del Plan estratégico (programa de iniciativas, quick win, pilotos, modelo de gobierno, modelo de relación), pero en realidad, la creatividad necesaria para esta fase, no entiende de secuencialidades, y el wiki que hemos habilitado para el proyecto, avanza de forma desbocada, sin ningún respeto por el orden natural (?) de las cosas.
Montamos un puzle, y después de una lectura, una conversación o un inspirador viaje en autobús, te retiras para tomar perspectiva, y ves que las piezas encajarían mejor de otra manera.
Hoy estoy contenta, una de las lecturas de estos días de calma, me ha ayudado a desentender algunas cosas.
Se trata del Libro de Maite Darceles «Guías para la Transformación», que descubrí gracias a Julen, hace unas semanas.
Hablaré de ello en otro momento, porque el texto tiene tela. De momento lo contrastaré con el cliente (merece ser el primero, en el contexto del proyecto 😉 pero aunque sea una pieza que no encaje, explicaré aquí la sensación de eureka que he tenido.
Es algo tan obvio como que “el conocimiento es estrictamente personal”, pero aporta al estudio una dimensión diferente y reveladora.