Casablanca

valdiviaLos cisnes de cuello negro que surcan el río Valdivia son monógamos de por vida. Cuentan que cuando muere su pareja, el superviviente se deja morir de hambre o se suicida retorciéndose el cuello hasta la asfixia.

Este romántico comportamiento, provocó casi la desaparición de la colonia de cisnes cuando la celulosa Arauco contaminó hace unos años las aguas del río Cruces, uno de los que confluyen en la llamada Venecia del Sur.

Valdivia está marcada por 3 grandes hitos históricos, la colonización española, el terremoto de 1960 (llegó a picos de 10 en la escala richter –el más fuerte registrado en la historia de la humanidad) y la llegada de los alemanes a mediados del s.XIX.

Se alternan las ofertas de Vino Tinto y Empanada chilena y  Kruchen con cerveza Kuntsmann, en una presunta armonía cultural de extremos.

 

Salí de Valdivia apresurada para llegar con luz a EntreLagos, y desde allí visitar al día siguiente el parque nacional de Puyehue. Nada más entrar al pueblo (serían las 18h) sentí un penetrante olor a asado y casi como si me guiara un gps natural (se me había olvidado almorzar) llegué a la orilla del lago donde había una feria gastronómica: Grupos asando cordero, otros vendiendo cerveza artesanal, vino,  gente animada, niños chapoteando en el agua… Un carnaval.

Me acerqué a una de las mesas  y mientras me orientaban sobre las opciones para alojarme esa noche, comimos y bebimos con más ansias que decoro.

Me alojé en una de las Cabañas a orillas del lago, saliendo del pueblo en dirección a Puyehue. Muy sencillas, destartaladas, pero cómodas y limpias.

casablanca

 

Me levanté muy temprano para ver si desde Aguas Calientes, organizaban tours por la zona, pero al pasar por el balneario lo vi todo cerrado aún, y seguí subiendo hacia las pistas de esquí de Antillanca. Todo cerrado también, pero cerrado de temporada.

De repente, mientras fisgoneaba por las instalaciones fantasma, apareció de la nada un hombre que me preguntó qué hacia por allí y se presentó como el cuidador del lugar. Me orientó sobre cómo llegar en coche al cráter a unos 3 km y que si de vuelta quería almorzar con él, podía prepara algo para dos.

Me recordó a Jack Nicolson en el Resplandor y puse una sonrisa de agradecimiento y declinación, para volver sobre mis pasos.

El micro-coche urbano que llevo, llegó a duras penas, patinando tierra y piedras hasta el cráter, desde allí se divisan varios volcanes hermanos mayores : El Puyehue, en la frontera Argentina, el Casablanca al frente, y el Osorno y el Puntiagudo al oeste.

Allí mismo había un grupo de cuatro personas. Se acercó primero Ana María a presentarse. Una mujer madura, atractiva. Desprendía vitalidad, alegría y fortaleza desde la primera aproximación. Arrolladora. Es profesora de geografía e historia en Osorno, y trae a los alumnos regularmente a las montañas porque dice que no hay nada que enseñe más sobre valores, liderazgo, geografía y deporte. Ella me recordó al profesor Keating el Club de los poetas muertos. Después de interrogarnos durante un buen rato (“Cuantos años tienes? 43. A mi me gustaría tener 43. Y a mi tus 55!”. ) me invitó a subir el Casablanca con ellos.

Son 2.200 mt. Nosotros tenemos todo el día , y tú?

Valoré mis condiciones , mis provisiones, su experiencia y pensé que en realidad, no tenía nada mejor que hacer. Pero empecé a comprender también (esto lo habrá dicho ya tanta gente… y para mi es una revelación) lo adictiva que es la montaña, la mezcla de desafío, triunfo, rutina mántrica mientras subes,  dolor, recompensa, compañerismo, euforia…

Fabian es naturalista y se detenía a fotografiar cualquier cosa con vida a su paso, así que me acoplé a su ritmo. Ana María y Aníbal volaban y Susana alternaba su paso entre los dos grupos.

Tardamos unas tres horas en subir, a ratos sobre nieve, a ratos sobre piedra volcánica muy resbaladiza (no sé que es peor).

Desde arriba y sólo justo al llegar a la cima, te asomas como a un balcón, al otro lado de la ladera por la que subes, y allí en tus narices, a la altura de tu pedestal, contemplas los Andes argentinos. Un mar de glaciales hasta donde alcanza la vista,  con una perspectiva impactante.

Estuvimos tres horas arriba, absortos con el vuelo de los cóndores.

Felices, pletóricos,  demasiado.

Creo que siempre me ha dado miedo ser muy feliz. Como si el péndulo del destino reservara algo de igual magnitud en sentido contrario, al girar la rueda de la vida.

 

En la bajada Susana de accidentó, Aníbal y yo levemente pero ella se hizo daño.  Me han contado hoy que quedó ingresada en el hospital pero que se recuperará.

Aún nos quedaba mucho por bajar y entre los 4 le hicimos una capillita a su alrededor para ayudarla a moverse.

Una lección de entereza, autocontrol y determinación que creo no olvidaré en la vida.

 

Yo me quedé en Aguascalientes, las rozaduras me hervían al contacto con el agua. Habían cerrado (habíamos tardamos más en bajar que en subir) pero les conté lo ocurrido y me dejaron entrar a calmarme. Buena gente.

Me refugié en mi cabaña del lago e intenté dormir. Lo hice pensando en la fragilidad del ser humano. En el contraste entre su potencial fortaleza mental y su vulnerabilidad física. En el valor de cada amanecer tranquilo, de cada anochecer a salvo. En la eternidad de un instante, en la fugacidad de la vida.

Y todo ello se convirtió en amor. Y  me sorprendió el sentimiento inaudito, profundo  y creciente, que me une a esas cuatro personas que apenas hace unas horas no conocía.

 

Dale Susana! , va por ti!

Gracias.

Categoría: Pasiones, Personas

Comentarios: 2

  1. Ana María 24/12/2013 at 20:10 Reply

    ME SORPRENDE….bello como expresas en palabras tu experiencia….. …..el sentimiento profundo y creciente.amigos para toda la vida….ya sabes hay un lugar para tí en Osorno….hasta vernos !!!!!..:)

    .

  2. odilas 26/12/2013 at 04:58 Reply

    Nos volveremos a encontrar!. Vendré a Osorno tan pronto pueda y celebraremos una buena fiesta, bien vestidas y al calorcito de un hogar :). GRacias!

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